¿Te has puesto a pensar alguna vez el mundo que se encuentra dentro de ti?
Un arcón de recuerdos, más un enorme tesoro de sensaciones y muchas pero muchas promesas por cumplir; aquellos desafíos que estén por venir y un sinfín de ingredientes que sumar al caldero de quien tú eres. Para lograr mirar hacia dentro hace falta mucha práctica. Desconectarse del exterior y reconectarse con el interior. Cuando finalmente lo logramos, la magia estallada nos convierte en brujas. Sí, brujas. Esa palabra que tan negativamente sonó por tanto tiempo y hoy es reivindicada como muestra de lucha.
Tal vez todas seamos brujas.
Tal vez no.
Nada de lo que digamos puede ser una imposición. Pero si estás dispuesta a convertirte en tu propia bruja, siempre será un recorrido mágico que realizar. Ser tu propia bruja implica encender una vela y volverte hacia ti misma, aquello que la sociedad nos obliga a mantener en la oscuridad frente a supuestas verdades impuestas desde afuera. Es difícil romper con tantos siglos de un mensaje que nos obliga a doblegarnos, en todo y cada cosa que hagamos. Puede que ya tengamos claro que nuestro único destino no es ser madres ni cuidadoras del hogar. Pero todavía hay muchos discursos que nos moldean desde afuera y empiezan a consumir nuestro ser interior. Que ser bella, exitosa, joven e independiente, segura y resolutiva.
No siempre estamos listas para romper con todo eso.
De algún modo, los hechizos impuestos desde afuera nos dan un mensaje resuelto y seguir órdenes siempre es más fácil que proponerlas. Seamos brujas entonces y creemos nuestros propios libros de reglas y pociones. La magia no estará en cumplir esas fórmulas al pie de la letra sino simplemente en poder imaginar otras alternativas, en animarnos, a escuchar nuestra voz y hacer con ella nuevos y muy únicos hechizos.
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