A lo que no ponemos en palabras, nos cuesta más entenderlo. Por eso la rueda de las emociones puede ser muy útil para ayudarnos con lo primero y así hacer más fácil lo segundo.
Antes de empezar con el tema me entra la curiosidad, ¿qué responderías si te pregunto cómo te sientes?
Te dejo un poquito para que respondas a la pregunta.
¿Ya?
Responde, que te estoy viendo que vas a seguir leyendo sin contestar a la pregunta: ¿cómo te sientes?
¿Hecho?
Genial.
¿Y si no pudieses utilizar ni “bien” ni “mal” para contestar? Ahí se complica el asunto, ¿verdad?
Tenemos ese resorte que nos sale de manera automática: “Bien, gracias ¿y tú?” Y eso puede deberse a varios motivos:
- Porque sentimos que la pregunta es meramente de cortesía y no se espera que demos una respuesta más detallada e, incluso, pensamos que si lo hiciésemos no sería bien acogida.
- A veces es porque no queremos hablar y sabemos que si lanzamos un “bien” es más probable que se zanje el tema. Curiosamente en la mayoría de las ocasiones en las que lo hacemos por este motivo, nuestra respuesta sincera tiraría más al “mal” que al “bien” ya que el responder “mal” sí que llevaría a que nos preguntasen los motivos.
- Y otras es porque no sabemos identificar cómo nos sentimos o ni siquiera nos hemos parado directamente a hacerlo.
«Bien» y «mal» no son emociones ni sentimientos, no nos aportan información, tan solo un juicio. Porque no siempre que, por ejemplo, nos sintamos sensibles vamos a categorizarlo como bueno o como malo. Por eso, este tipo de respuestas no dejan de ser disfraces que despistan y nos despistan.
Respuestas que no nos acercan, sino que crean distancia.
Igual sientes alegría, pereza, ilusión, nostalgia, ira, inseguridad, rechazo, frustración o sientes orgullo, optimismo, aburrimiento, culpabilidad… ¡será por opciones! Pero mientras tengamos el escudo de “estoy bien” o “estoy mal” no vamos a ver lo que realmente estamos sintiendo, vamos a quedarnos en la superficie.
Y hacer eso es cerrar los ojos a conocernos.
¿Sabes identificar tus emociones? ¿Te cuesta ponerle palabras?
Para eso puede ser muy bueno parar a escucharnos y a ver qué sentimos. ¿Cómo notas tu cuerpo? ¿Y tus pensamientos? ¿Qué sensación te transmite eso? Escríbelo, anótalo, descríbete.
Como te decía al inicio, es complicado entender lo que no ponemos en palabras, lo que no nombramos. Porque parece que lo que no nombramos no existe, no es real. Por eso la rueda de las emociones puede ayudar a ello, porque a veces, leyendo las diferentes emociones, es más fácil identificarlas.
Respiremos y obviemos que está en «masculino genérico» porque -¡oh sorpresa!- casi todos los recursos antes se hacían así, pero recordemos -ya que estamos- que la expresión de nuestras emociones se puede ver limitada por los roles de género.
De esta manera le damos nombre, espacio, atención y podemos (re)conocer(nos) mejor.
Podemos ver cómo y dónde sentimos cada una de esas emociones. En qué parte del cuerpo la notamos. Recuerda que, la mayoría de las veces, no sentimos solo una emoción. Somos como una receta de comida -o un coktail-, no hay un único ingrediente sino varios, cada uno en su medida.
Además, esto nos ayudará a tener en cuenta que no siempre vamos a vivir las emociones de la misma manera, porque nunca estarán solas. No es lo mismo sentir, por ejemplo, vulnerabilidad y liberación que sentir vulnerabilidad junto a culpabilidad. La mezcla va a hacer que el resultado sea diferente, ¡qué viva la diversidad emocional!
¿Por qué es importante recordar esto? Porque si analizamos nuestras emociones en base a una única palabra podemos sentir mucha confusión. Volviendo al ejemplo anterior, si nos quedásemos con lo primero, sin matices, tendría sentido que nos preguntásemos ¿por qué me siento mal hoy al mostrarme vulnerable si otras veces eso ha hecho que me sienta bien? La respuesta ya la sabemos, porque no es lo mismo que se acompañe esa vulnerabilidad de liberación que de culpabilidad, pero si no hubiésemos hecho el esfuerzo de parar a ver los “ingredientes” la sensación de extrañeza sería inmensa. ¿Y qué viene muchas veces de la mano con esa extrañeza? El juicio, ya sea interno -“hay algo mal en mí”- o externo – “esto no está bien, no puedo mostrar vulnerabilidad”.
Mirar la rueda de las emociones, entender cuales estamos transitando, poder dar palabras a lo que sentimos, es una herramienta maravillosa para conocernos.
Eso sí, dicho de esta forma puede parecer algo sencillo pero, tras la identificación de las emociones se abren muchos caminos que se pueden seguir. ¿Por qué siento esto? ¿De dónde viene esto otro? Eso ya es algo más laborioso pero que puede ser muy satisfactorio.
Ahí es importante identificar qué somos y sentimos en realidad y no qué queremos ser o sentir porque nos han enseñado que hay una forma que se considera buena de sentir, ser, pensar y expresarse. Es normal, lógico y habitual que eso también cueste y a veces necesitamos ayuda terapéutica para hacerlo, pero recuerda que eso solo pasa porque, desafortunadamente, sufrimos en general bastante de analfabetismo emocional.
Luego, además, podemos caer en un detalle mirando la rueda de las emociones… ¿Cuántas de esas emociones catalogaríais como positivas y cuántas como negativas? Porque ese es otro “melón” que podemos abrir. Si os apetece y os parece interesante me lo decís y me pongo a ello.
De momento lo que quiero preguntarte ahora es: ¿Cómo te sientes?
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