Gozar la vida, disfrutar de los placeres de lo cotidiano, los que hacemos junto a otras personas. Esto es algo que se ha tambaleado con la llegada de la pandemia y sobre lo que Paulina reflexiona.
En este año y medio desde que Covid-19 cambió rutinas y realidades, ha habido muchas pérdidas, miedos e incertidumbres. Sé que se ha vivido de forma distinta alrededor del mundo y que tantísimos factores como la clase social determinan el contexto y la intensidad del distanciamiento social impuesto.
No todes han estado recluides en casa, no todes pueden trabajar desde una pantalla o pueden evitar el transporte público. Sin embargo, muches hemos tenido que evitar ver familia, amigues y lo que viene con esto, como celebrar juntes lo importante.
Hoy quiero reflexionar sobre los placeres de lo cotidiano. Por ejemplo, lo gozoso de compartir una comida y tarde con amigues. Lo rico de ir a bailar y sentir otrxs cuerpxs sudando y moviéndose al ritmo de la música en ese espacio compartido. La delicia de abrazar y besar a una persona. En tiempos de pandemia ha hecho falta sentir y ver gente en la calle o en algún café.
Mientras en algunas ciudades se reanudan clases presenciales, se vuelve a las oficinas y comercios se adaptan a las normas que permitan continuar, hay quienes no llevan tan fácil la transición del aislamiento al contacto con otres. La incertidumbre de la pandemia ha causado estragos emocionales y de otros tipos. ¿Cómo hacer para que el miedo no evite vivir y disfrutar lo bonito, lo gozoso, lo que llena la corazona al tiempo que se mantiene el cuidado?
Estas reflexiones me recuerdan la idea sobre la evolución desde la perspectiva anarquista de Peter Kropotkin quien, difiriendo con la idea de la supervivencia del más fuerte de Darwin, notó como las especies que sobrevivían lo hacían al cooperar, es decir que se necesitaban para florecer. Las ideas del “apoyo mutuo” de Kropotkin ponen al centro la importancia de lo colectivo.
Vivo lejos de mi familia y de muchas de las personas que han sido importantes en mi vida. Por esto cuando vuelvo quiero ver a todes, aunque sea por un momento. El tiempo nunca es suficiente e invariablemente regreso a casa sin haber podido darle un abrazo a más de unx. Visitar en estos tiempos es complejo porque hay quienes han perdido la costumbre del abrazo. Porque tengo que cuidar de quienes quiero y no exponerlxs. Porque se sienten los estragos de un virus que sigue generando miedo y que ha modificado la forma en que nos relacionamos.
Por fin, después de más de un año y medio estoy visitando a mi familia, disfrutando del placer de la compañía de amigues, del compartir los pequeños momentos, voy reconociendo la importancia de sentir y lo mucho que ha hecho falta ese contacto. ¿Será que como seres sintientes que somos nos necesitamos no sólo para existir-sobrevivir-prosperar como afirmaba Kropotkin, sino también para gozar la vida?
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