Una Frida nos comparte sus palabras sobre los placeres, no uno solo sino muchos. Aprender a identificarlos para vivirlos mejor.
Me gusta hacer referencia al placer como algo plural. Como algo que nos pertenece a todas las personas independientemente de nuestro sexo y/o género y que nos atraviesa de manera distinta. Pues hay tantos placeres, como personas. Y en cada persona, hay muchos tipos de placeres. Se trata pues, de investigarnos, dejarnos investigar, descubrirnos y dejarnos descubrir.
Me parece curioso que algo tan poderoso como el placer, se haya vivido socialmente de manera silenciosa. Incluso a veces, haciendo referencia a éste como algo pecaminoso, peligroso y negativo, en especial el placer femenino. Un ejemplo de ello es el poco interés que se ha mostrado a lo largo de la historia en relación con la sexualidad femenina e incluso la persecución de la figura de la mujer activa sexualmente; demonizándola o juzgándola por vivir su sexualidad de una manera libre y sin complejos, asociada erróneamente a una singularidad propia de la sexualidad masculina.
Nuestro cerebro suele buscar respuestas lógicas y racionales a aquello que nos pasa por dentro para poder comprender el mundo o para poder dar espacio a la incógnita y misterio que supone vivir. El “no saber”, nos proporciona una incertidumbre que a veces queremos acallar a través de discursos lógicos y verdades absolutas. Suponer o dar por hecho que sólo existe una manera de dar-recibir placer o que el placer es tan simple como nos lo ha mostrado la pornografía, acalla esa incerteza, pero nos hace perder la riqueza y los matices de las cosas. Nos hace adoptar una actitud pasiva ante la vida, simplista y poco curiosa.
Pensar en el placer como algo subjetivo y colectivo al mismo tiempo, creo que nos ayuda a adoptar una actitud de exploración y descubrimiento ante la presencia e interacción íntima de la otra persona en donde tendremos que preguntar o escuchar su cuerpo de manera muy sigilosa para ir adivinando qué es aquello que le produce placer, diferenciándonos del nuestro propio y al mismo tiempo, dándole valor y comunicándole a la otra persona cómo puede proporcionárnoslo.
Cuando damos espacio al otro en esa interacción, nos abrimos a la otra persona. Le dejamos un hueco en nuestro interior con la confianza de darle un poco de aquello que nos pertenece para que sea y para nosotros ser, y de esa manera intercambiarnos, darnos. Porqué sí, por placer. Por placeres.
Nuestro cuerpo está perfectamente capacitado y preparado para experimentar esta dimensión casi espiritual que tiene que ver con el placer, el gusto, el disfrute. Y que va más allá de la relación sexual coitocentrista como la hemos aprendido o tendemos a simplificar. Una caricia, un beso, un abrazo, una mirada, una palabra, una conversación estimulante, un baile: placeres, en general. Conectar con esta capacidad nos abre múltiples posibilidades de experimentar más allá del dolor y sufrimiento y nos permite conectar con nuestra parte más sana y vital. Porqué la vida también es placer y alegría. Porque la vida también es juego, creatividad y goce, y hay que reivindicarlo, conocerlo, salir a buscarlo y darlo.
Algunas de las preguntas que creo que nos pueden ayudar a reflexionar sobre el tema son:
¿Cuáles son esas cosas que me producen placer? ¿Como me relaciono con ellas? ¿Qué espacio y protagonismo le doy a mi vida? El placer como acto de amor a una misma. ¿De qué maneras conecto con mi propio placer? ¿Mi placer es cambiante, mutable, dinámico?
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Anna Miravete Manresa
27 años, Catalunya, España.
IG: psicoannamiravete o web: www.annamiravete.com
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