Sin perder la perspectiva

Reflexión de una lectora que nos hace mirar al pasado y al futuro de la lucha de la mujer.



Hace unos minutos que he hablado con mi hija y ella es la responsable, en el mejor de los sentidos, de lo que voy a escribir a continuación.

Porque en algunos momentos  de esa conversación, aparte de muchas cosas estupendas que me ha dicho, me he dado cuenta de que cuando le decía: “hija, no comprendo por qué todas aquellas que vivimos en la famosa etapa de la transición en los últimos años setenta, sobre todo las mujeres que luchamos porque cambiasen las formas y roles en este país tan correoso para esos temas, han podido transmitir todo lo contrario a sus hijos/hijas.”

En aquellos momentos hubo ilusión, mucha, de cambio real y ¡lo conseguimos! Conseguimos muchas cosas, mucho de lo que la generación siguiente y por lo tanto la sociedad vio como normal,  fue producto de todas aquellas jovencitas que abrimos caminos, pero también muchas de las que tenían que mantener ese cambio con el paso de los años, por lo visto, se convirtieron en lo que odiaban y lo transmitieron, así de extraña es la vida.

Algunas (pocas, por lo que he visto) seguimos con nuestros convencimientos, en lo que respectaba a la mujer. He visto como surgieron después movimientos feministas, con todo el respeto, pero movimientos de mujeres airadas, cabreadas más bien, pero que en realidad no buscaban su verdadera identidad como mujeres, porque SÍ, señoras, igualdad no es buscar ser un hombrecito y comportarse como tal, ser MUJER es la esencia de cada una de nosotras y muchas de las que luchamos en ese momento no esperábamos comportarnos como hombres para tener relevancia, lo que buscábamos era ser nosotras mismas y desde nosotras mismas, con la dignidad y sabiduría que supone ser MUJER,  expresarse en el mundo e influir en él.

Es posible que estas palabras puedan escandalizar a algunas, no es mi pretensión, el problema no está en lo que digo, sino en el concepto que cada una tenga sobre lo que es ser  MUJER.

Admitir la riqueza y grandeza, como las pupas y los sabañones de ser una misma. Seamos sinceras: no todo es perfecto, como tampoco es perfecto en ellos.

Siento decepcionar a las que pensáis  que lo femenino es lo dulce, maternal, sensible y tierno. Os doy un ejemplo , se supone que la realidad es que el cuidado y protección de nuestros hijos está grabado genéticamente en nosotras, pero no es una ley universal, ni absoluta; hay muchas mujeres que pasan directamente de lo que han parido y no tienen más sensibilidad que un cubito de hielo. Basta ya de tonterías.

Ser MUJER, ser MADRE, ser  UNA MISMA  es una elección, no una imposición. Esa es la única y puñetera verdad, lo otro es ser esclava de condicionantes, de los roles impuestos desde siglos. Y hasta que no comprendamos que la historia y el destino de cada una de nosotras es desde nosotras mismas, independientemente de lo que se supone que han pretendido que seamos o podamos llegar a ser,  no hay posibilidad de que realmente hagamos posible que nuestra visión y lo que podemos transmitir a este mundo tan caótico (que indudablemente nos necesita) sea posible.

No pretendo adoctrinar, soy demasiado anciana para pretenderlo y respeto profundamente la idea de cada persona, lo único que  puedo proponer es que al menos deis una oportunidad a meditar un poquito algo de lo dicho. Si eso sirve para dar un paso adelante, no sólo para vosotras, sino para los que vienen  después,  me doy por satisfecha.

Dedicado a mi hija y a mis nietas.

María

 

2 Comentarios

    • Muchas gracias PilarTA. Tu comentario me anima a seguir compartiendo mis reflexiones. Un abrazo.

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