Nuestro Kahlo Abel, sale de la sección de libros para hablarnos sobre la relación de los hombres con el feminismo, abordando un tema fundamental para la igualdad: las nuevas masculinidades.
Muchas de vosotras y vosotros reconoceréis a Kathrine Switzer, que en 1967 se convirtió en la primera mujer en correr una maratón, concretamente la mítica maratón de Boston.
También mundialmente conocidas son las fotos donde aparece un comisario de la organización que intentaba “sacarla de la carrera”. En ellas se puede ver cómo consigue escaparse gracias al apoyo de otros corredores de su alrededor, entre ellos su novio que empujó literalmente al comisario fuera de su alcance. Sin embargo, es un hecho menos conocido que antes de eso, cuando Katherine llegó a la salida, y tal como ella recordó después en una entrevista, su novio y ella mantuvieron la siguiente conversación:
Cuando nos colocamos en la línea de salida para empezar la carrera Tom dijo:
– ¡Oh dios, llevas pintalabios!
– Siempre llevo, ¿qué hay de malo en eso?
– Alguien podría ver que eres una chica y no dejarte correr. ¡Quítatelo!
– No voy a quitarme el pintalabios.*
El comportamiento del novio de Katherine -teniendo en cuenta el contexto en el que se encontraba y salvando las distancias-, me parece un ejemplo claro del posicionamiento ambivalente que muchos de los hombres hemos tomado en lo relativo a lucha y a las nuevas conquistas que han ido adquiriendo las mujeres a lo largo de estos últimos años. Años donde se comienzan a dar pasos importantes ante una sociedad más igualitaria pero donde aún existen ciertas resistencias a los cambios y donde aún nos queda un largo camino que recorrer.
A lo largo de la historia y a través de la sociedad y la cultura, hombres y mujeres han sido diferenciados en roles claramente definidos por numerosos aspectos. Estos aspectos pueden ir desde elementos nimios o de relativa “poca importancia”, como puede ser la ropa que cada uno se pone según el género al que pertenece, hasta situaciones de un carácter fundamental como es la violencia sexual o los cánones de belleza -en muchas ocasiones, base de problemas psicológicos y de salud de adolescentes y no tan adolescentes como son la bulimia, anorexia o incluso el trastorno dismórfico corporal-.
Enmarcados en el modelo masculino tradicional estos estereotipos y aspectos de los roles han provocado una situación de descompensación y de poder vertical donde el hombre ha salido claramente beneficiado y la mujer gravemente minusvalorada.
En la actualidad, a pesar de los cambios producidos en la lucha hacia la equiparación de géneros, muchos de esos roles siguen presentes y no han sufrido una transformación paralela a la adquisición de los derechos de la mujer.
Volviendo de nuevo a esta visión de diferencias de roles, algunas voces dicen que el problema no radica tanto en la percepción de que existan diferencias entre mujeres y hombres, sino en la naturaleza interior de esas diferencias, en el sentido que la sociedad estima que poseen y en la influencia que al individuo les otorga. Al final, sin entrar si ese es el verdadero problema, la dificultad radica en que esas diferencias llevan tras de sí una carga extremadamente pesada de desigualdad, una motivación de menosprecio a lo femenino y de sobrevaloración a lo masculino. En definitiva, una relación dispar de poder donde unos tenemos más derechos -de manera explicita o implícita- que otras, simplemente por nuestro sexo biológico. Por nacer hombre o mujer.
Sin embargo, no todo son malas noticias para aquellos y aquellas que creen en el cambio: el modelo patriarcal tradicional esta cada vez más en entredicho. Las políticas, los movimientos sociales como el feminismo, la revolución sexual, la incorporación de la mujer al trabajo y su mayor independencia económica, han producido a que al día de hoy, los pilares que sostenían a este modelo de supremacía masculino se tambaleen, y que se planteen nuevos retos en la búsqueda de una sociedad mucho más justa para mujeres y hombres.
No vamos a engañarnos, existe un tanto por ciento muy alto de hombres que pasan por alto estos nuevos retos y es aquí donde podemos encontrarnos con diferentes posiciones:
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Para algunos (me atrevería a decir que la gran mayoría) simplemente las ideas de equidad y cambio son totalmente extrañas a ellos. No actúan como “represores” del género femenino ni son figuras de “poder” ni de dominación. Incluso pueden estar de acuerdo con muchas de los valores de la igualdad pero tampoco se plantean practicar de forma estable un rol abierto a la igualdad dado que su percepción de género está bien tal y como está ahora. El mundo es un lugar apacible donde mi rol está cuidado (luego veremos si esto es del todo cierto). A veces, reaccionan con miedo porque desconocen sus beneficios o los mecanismos de represión que actúan como parapeto. Pero el diálogo y el cambio es posible con ellos. Son la mayoría silenciosa.
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Para otros, aquellos que gozan de ciertos beneficios y ventajas y sustentan posiciones de poder, la conquista de derechos por las mujeres y los cambios que esta sufriendo la sociedad patriarcal supone una gran amenaza a su estatus alcanzado. Como cualquiera que perciba una situación de amenaza en una situación de dominio, su respuesta se basa en el ataque y la represión. Además, si un gran grueso de la sociedad apoya su visión o la tolera, la percepción de esa defensa se torna legítima. Como se puede constatar, el diálogo con este grupo se torna muy complicado.
Por eso, es muy probable que los cambios futuros puedan darse en los del primer grupo, y es aquí donde se engloban “las nuevas masculinidades”. Es decir, los cambios de roles en los hombres que vienen de un modelo tradicional y que pasarían a tener una serie de características de un modelo más igualitario.
Mirando al futuro, uno de los puntos claves en esta “carrera de fondo” hacia las nuevas masculinidades van a ser los programas de educación emocional. Hace ya mucho tiempo que los psicólogos y sociólogos vienen alertando de una profunda deficiencia emocional entre la población creciente que repercute directamente en su modo de afrontar las adversidades de la vida.
Obviando profundizar más en este problema a otros niveles distintos que al de los roles de género, en el modelo tradicional de patriarcado los problemas surgen en el nacimiento y la representación de los sentimientos y emociones del hombre:
“Los hombres no lloran, tienen que pelear”.
Es decir, el modelo estereotipado del hombre no permite expresar ciertas emociones sino que se dirige más bien a la negación y ocultación de sentimientos. Y va más allá: el hombre debe tener sus emociones siempre bajo control y aquel que las muestre será un débil. Sin embargo, y tal como recoge la Guía sobre nuevas masculinidades de Emakunde (instituto vasco de la mujer) titulada “Los Hombres, La Igualdad Y Las Nuevas Masculinidades”:
“Cuando un hombre es sensible, empático, se muestra vulnerable, sabe consolar y busca consuelo, expresa sus emociones y no es competitivo, automáticamente se aleja de ese modelo”*2.
Otro aspecto importante y a tener en cuenta es la asunción de riesgos como muestra de virilidad. Aquí nos referimos a ejemplos tales como el uso de drogas, la conducción temeraria o el sexo de riesgo.
“A mí nadie me gana”, “si eres hombre…” .
En esta eterna competición, lo importante es una demostración de fuerza en la búsqueda del reconocimiento de otros. Las nuevas masculinidades deberán decantarse hacia un mayor autocuidado y en la no asunción de conductas de riesgos.
Una más de las actitudes que deben ser objeto de cambio es la “negación a lo femenino”. El estereotipo de hombre tradicional por naturaleza es contrario a la mujer y cualquier síntoma o situación que se “salga” del camino o sugiera feminidad provocará rechazo, será visto por los demás como afeminados, como “maricones”. Las nuevas masculinidades pasan por comprender que muchos de esos aspectos que provocan rechazo no son en ningún caso síntomas de debilidad, sino de un crecimiento personal y social y de cooperación mutua entre hombres y mujeres. Aquí, por ejemplo, enmarcaríamos las responsabilidades domésticas y de cuidado de los niños, que deberían compartirse entre hombres y mujeres.
Por último, está claro que para comenzar a destronar el modelo patriarcal impuesto y el rol masculino tradicional, hay que pasar por cambiar las relaciones de poder -el poder comprendido como la capacidad de ejercer dominio sobre los demás-. En muchos casos, desde pequeños los niños perciben esa clase de poder en el núcleo familiar o en la sociedad en general (a nivel político o económico, por ejemplo). Así, poco a poco, son los hombres los que adquieren el liderazgo en los grupos, son los que aprenden que lo que se espera de ellos es que dominen la situación a través de la fuerza física, la agresividad y la violencia.
Sin embargo, el poder puede ejercerse de innumerables maneras -más o menos sutiles- a través, por ejemplo, de la imposición y el control, dejando la posición del hombre en privilegio frente al de la mujer.
El hombre del futuro deberá aprender a resolver sus conflictos usando un modelo de diálogo basado en la negociación, frente a uno de violencia basado en la fuerza física o psicológica, o en una posición de privilegio. Deberá posicionarse a un nivel de crítica y denuncia hacia cualquier proceso de violencia. Por último, reconsiderar su papel en la sociedad en general y en la ocupación de puestos de poder en particular, para que los campos de decisión sean equiparables entre hombres y mujeres. Y por tanto, mucho más justos.
Como podéis ver queridas Fridas y Kahlos, esta labor no es fácil. En el presente artículo, por ejemplo, solo he señalado muy por encima algunas de las características que sería deseable que tuvieran los hombres del futuro . Pero no he tenido en cuenta otros muchos factores igualmente importantes y que en conjunto supondrían una autentica revolución psicológica, social y económica. Además, esta serie de cambios tan profundos llevará su tiempo, por eso en esta lucha debemos implicarnos todos: mujeres y hombres.
Y aunque podamos tener la sensación de que lo que hagamos no tiene mucha importancia, recordad lo que dijo Concepción Arenal, escritora y socióloga pionera en el movimiento feminista en España:
«Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican».
Amén.
Abel
Bibliografía
– * http://blogs.sportlife.es/redaccion/tag/261/
– *2 La Guía sobre nuevas masculinidades “Los Hombres, La Igualdad Y Las Nuevas Masculinidades” Emakunde (Instituto vasco de la mujer), p. 28
– Las nuevas masculinidades de Joan Sanfélix Albelda.
– Masculinidades Andinas (Emma Puig ,Ilse Zuleta Sarabia ,Ximena Humerez Irusta)
– Cambio de las masculinidades desde la educación por Erick Pescador Albiach
3 Comentarios
Muy buen árticulo. El reflejo es este estado manipulador y machista debe desaparecer y entre todxs debemos hacer algo.
Muy buenas noches:
Equipo Promoviendo La construcción de Nuevas Masculinidades.
Hace unos días vi un afiche con esta dirección y me gustó la idea. Me llama mucho la atención de ese tema, hoy pressamente le estoy dando un vistazo a los ducumentos que ha publicado este equipo.
Me interesa algunos documentos para capacitaciones, he recibido algunos talleres de masculinidades así como también estuve poniendo enpractica lo aprendido en mi trabajo. Ahora que vi esta dirección me gustaría tener mas comunicación y así poder extender este tema ala población más necesitada.
Espero tener una respuesta pronto.
Atentamente.
Samuel López Lorenzo.
Muy bueno Abel ,haber si leo más cositas tyas