Si cierro los ojos e imagino cómo funciona mi cerebro por dentro o cómo se vería mi mente por fuera, visualizo un trastero. Un cuarto aparentemente en desuso con una enorme buhardilla en forma de tejado, con una hermosa ventana que ayuda a ventilar, iluminar y a poder ver a través de ella, desde lo más alto, lo que es incapaz de verse desde otro lugar.