Siempre que llegan estas fechas, recuerdo con fuerza las vacaciones de mi infancia.
Cada año, sin falta, mi hermano y yo pasábamos unas semanas en el terreno de mis abuelos. Junio, el mes en el que el colegio por fin se acababa y nos esperaban esos eternos tres meses de vacaciones.
Tenían un terreno pequeño, dividido en dos partes entre las cuales se abría paso un pasillo al descubierto, con una enorme parra como bóveda, que conectaba a cada extremo la entrada desde la calle hacia la pequeña casa. A cada lado del mismo, un huerto cuidado con esmero por mi abuelo. Del mismo se recolectaban con cariño todo tipo de verduras y hortalizas que se transformaban en aquellos guisos maravillosos llenos de color y sabor.
La casa, pequeña, de dos habitaciones con un insuperable y acogedor porche donde me ensimismaba viendo a mi abuelo preparar all i oli… daba lo suficiente de sí como para que nos llegásemos a reunir los 19 miembros que formábamos la familia por aquel entonces. Todo olía a las rosas que cultivaba mi abuela al ladito del porche, rosas más grandes que mis puños y las más bellas que recuerdo. Olía a rosas, a rosas y a verano. Toda mi preocupación era si la mermelada para las tostadas, que preparaba mi abuela a fuego vivo, sería de melocotón, ciruela o fresa (¡mi favorita!), y si nos dejaría a mí y a mi hermano meternos en la piscina un poco antes de las dos horas reglamentarias de digestión. Todo era paz: ver los días pasar, garabatear los cuadernos y folios en blanco, holgazanear en la piscina, jugar a cantar bajo el agua, correr con mi hermano alrededor de la casa, pasear durante las tardes por el campo con mi abuela, (¡oh no!) aguantar las barbaridades de mi hermano… y soportar el tedio que me producían los cuadernos de caligrafía, que poco consiguieron.
Todos los recuerdos de aquel lugar los guardo en un rincón muy especial de mi mente, en ese rinconcito dorado que todas tenemos. Esos momentos, esos juegos con mi hermano y primas, mi abuela haciendo conservas… me despiertan una tierna melancolía. Pero hay otras cosas de entonces que, más que melancolía, me producen la sensación de “echo de menos”. Ya sabéis, en el sentido de “necesito que vuelva”. Estoy bastante reconciliada con la idea del paso del tiempo y del no poder volver atrás, pero lo que veo al repasar esos momentos es que debería recuperar algunas de aquellas cosas: ese pasar de todo y relajarme a tope sin importarme si el mundo se detiene o sigue girando, esa diversión por la diversión y el hecho de que estas fechas fueran garantía de descanso y vuelta a un pequeño paraíso.
A veces se nos hace muy difícil parar el reloj, detenernos un momento para tomar aire y continuar. Las responsabilidades se nos tiran encima y al querer cumplir con todo no encontramos descanso hasta que estamos rozando el punto de la extenuación, en el mejor de los casos. Yo también lo he hecho durante la mayor parte de mi vida adulta pero he decidido que ya no más; he decidido recuperar esos “momentos piscina”. Porque las consecuencias de aquél ritmazo eran el trabajo hecho, sí, pero también un nivel de estrés bien chulo, insomnio, ansiedad… Ahora estoy encontrando mi fórmula para manejarlo todo. He decidido dedicarme, al menos, unos minutitos al día, sólo para mí. Pase lo que pase me esfuerzo para encontrar un rato para hacer algo que me guste y me relaje: ver un capítulo de alguna serie, cuidar de mis plantas, leer algunas páginas de un libro e incluso no privarme de ver una película. ¿Que no puedo verla entera? Da igual, hoy media hora, mañana otra media y así hasta que acabe. Digo todo esto pero también podría decir encontrar un rato para tirarme a la bartola y mirar al techo, o dedicarlo a hablar de absurdeces con mi pareja, dos de mis actividades preferidas. Pero siempre, cada día, un rato. Y creedme que desde entonces no sólo duermo mejor, sino que funciono mejor y estoy de mejor humor.
Desde aquí os insto a que penséis más en vosotras, a que el estar bien, relajadas, a gusto y pasando de todo forme parte de vuestra rutina. A que os creéis un momento piscina que, pase lo que pase, vais a realizar. Y para empezar con el plan os invito a leer el número de este mes con las ganas con las que ya venís haciéndolo, ganas que nos dan unas fuerzas tremendas para seguir adelante. Aprovechad, de paso, para pescar algunas ideas para vuestras vacaciones. ¿A qué esperáis? Si el verano ya está aquí :).
Irene
2 Comentarios
desconectar, descansar y reencontrarse! di que si 🙂
Hay que hacer un esfuerzo por que así sea, que a veces nos cuesta tela ;).
:**