Cuando la ciudad se quedó sin mujeres

Una de nuestras fridas viajeras nos habla de los suicidios colectivos de mujeres en una ciudad de la India, y nos deja la piel de gallina.



Esta es una historia inimaginable. Una historia sorprendente que supera los límites de la propia fantasía. Una historia real. Una historia dantesca. Una de esas historias que te transportan en el tiempo. Una historia de guerreros. Una historia de mujeres. La historia del fuerte más grande de la India. Una historia trágica. Una historia desesperada. Una historia que pasaría a habitar en mi corazón por todo lo que ella me daría. Me fascina contar grandes historias, y esta es sin duda una de ellas. Así que cuando llegó a mí, necesité imaginármela allí mismo, necesité viajar en el tiempo para poder conocerla.

Chittogarh es hoy en día una ciudad de la zona del Rajastán (India) que ronda los 100.000 habitantes. Hoy es una ciudad azul,situada bajo el Fuerte que dio el nombre a la ciudad: el fuerte de Chittor. Un Fuerte que cuenta la historia más triste y desesperada de un pueblo, el mewar, y en especial, la historia de sus mujeres. Estas tomaron la trágica decisión de aniquilarse a sí mismas, no en una sino en tres ocasiones diferentes. Lo hicieron a través de una “jauhar” o suicidio colectivo del género femenino. Miles de mujeres murieron en Chittor, y con ellas , la historia de su ciudad y sus gentes.

¿Cómo sería una ciudad que había perecido de tal manera tres veces? ¿Qué hizo que esto ocurriese? ¿Qué sentido tendría? ¿Cuán dantesco fue? Con esas emprendí mi marcha por el Rajastán, y desde la preciosa Udaipur cogí el bus local de 3 horas hacia el Fuerte de Chittor, hoy deshabitado y en ruinas.

Para entender el asunto, hay que saber que en la India existía una tradición milenaria llamada sati, la cual venía a decir que toda mujer enviudada debía marchar con el esposo a la otra vida, saltando a su pila funeraria encendida. Para el pueblo guerrero rajputa del norte de la India, como eran los mewares, el plural de la sati era la jahuar. Así que por esa regla, cuando miles de guerreros marchasen al campo de batalla a una muerte segura, miles de mujeres prepararían una gran pila funeraria donde saltar y morir consumidas. No dejarían que nadie las invadiese en vida.  Aunque parezca sobrecogedor,  Chittor acabaría liquidado en tres historias diferentes  siempre de la misma forma. Es importante saber que en la India apenas existía (ni existe) la soltería, que las indias todas se casan( y desde muy jóvenes). He aquí la magnitud de tal colosal tragedia.

 

Ciudad Chittogargh en Rajastán
 

La primera de las jauhar de Chittor tuvo lugar en 1303. Esta es la historia más conocida y cuenta como protagonista con Padmini, una bella princesa mewar que vivió en el Palacio de Chittor.

Cuentan los lugareños que el sultán de Delhi Allauddin Khilji, del que ya os adelanto que era un figura, intrigado por la belleza de la tal princesa Padmini, ideó un plan para verla y raptarla. Aburrido tenía que estar el Sultán, sino dime tú. Con esas, le envió un mensaje al rey mewar Rattan Singh de Chittor, en el que pedía conocerla. El rey mewar sabía que no podía negarse y que el asunto no pintaba bien. Contestó que le permitiría contemplar el reflejo de Padmini en el estanque de palacio desde la colina, siempre y cuando acudiera sin armas al fuerte de Chittor. Qué poético.

En un principio el sultán acudió desarmado, pero después quiso dar las gracias al rey mewar  invitándole fuera del fuerte, y éste cortés lo acompañó hasta la salida. Allí, puerta a puerta, el Sultán le tendió una emboscada y sus hombres lo raptaron a lo ninja. Rápidamente el pueblo de Chittor se puso en pie de guerra y marchó a combatir y rescatar a su rey. Finalmente lo consiguió, pero 7.000 guerreros rajputa murieron en el intento; pedazo de masacre. Como respuesta, el enojado sultán marchó a atacar nuevamente Chittor con más refuerzos.

La población sabía que no podía aguantar otra batalla después de haber perdido 7.000 de sus mejores guerreros, y la rendición ante semejante bárbaro era impensable, no sólo por orgullo sino que sabían que tenía no tenía escrúpulos y arrasaría todo. Así decidieron llevar a cabo la tragedia: mientras que los hombres se pusieron sus turbantes azafranes de guerreros y se fueron a morir en batalla, las mujeres prepararon la jauhar y enviaron a algunxs de sus niñxs a vivir en clandestinidad. Al final, todas y cada una de las miles de mujeres que habitaban la ciudad se lanzaron al fuego de la descomunal pila funeraria y ardieron en ella, Padmini incluida. Supongo que el Sultán se quedaría a gusto, el fuerte ya era suyo, aunque ya no hubiera pueblo al que someter, ni princesa a la que ver. Veintitrés años más tarde, los mewares se lo arrebatarían otra vez. Sin duda no se lo merecía.

 

Ciudad con las ruinas de fondo
 

La segunda de las tragedias tuvo lugar en 1535 y fue la mayor de las tres. En esta masacre, fue el sultán de Gujarat al que le dio por meterse con Chittor, así que ante otra derrota segura, 32.000 guerreros rajputa fueron a la muerte y 13.000 mujeres decidieron suicidarse nuevamente en la pila funeraria. Tremendo.

Tan solo 33 años después vendría la tercera jauhar. Repoblada ya Chittor en 1568, se le puso entre ceja y ceja al príncipe mogol Abkar (hijo de Aurangazeb  y nieto del Sha y Mumtaz Mahal) y fue a por ella. En esta ocasión, 8.000 guerreros se dirigieron a una muerte segura y todas las mujeres prepararon la tercera hoguera. Indescriptible una vez más. De ésta, fíjate tú, se escapó el Rey Rana Udai Singh II,y fundó otra capital para los mewar en Udaipur.

En 1616 se devolvió el fuerte a los rajputa, pero ya no lo repoblaron. Quizá quedó claro que allí la supervivencia no era segura y que demasiadas vidas pesaban sobre ella, o  tal vez decidieron que todas esas almas debían descansar por fin en paz.

 

Ruinas de Chittor
 

Ya nadie vive en Chittor. En la parte de arriba, palacios sin esplendor, templos y edificios abandonados recuerdan el saqueo al que fueron sometidos; sin duda duermen. Abajo, la ciudad descansa a sus pies y aquellxs que la pueblan, pese haber sufrido tres aniquilaciones en su memoria local , son arrebatadamente amables y cálidxs. Nada me hubiera hecho jamás sospechar eso.

En el fuerte ruinoso, el Palacio de Padmini emerge del estanque que antaño fue el inicio de la historia. Paseé por sus jardines, la imaginé allí, me senté en loss balcones que siglos atrás le daban cobijo, y creo que incluso la vi. La Princesa Padmini, como símbolo, sigue aún presente en la memoria colectiva de sus gentes.

Más abajo, curiosamente al lado de la Torre de la Victoria, se encuentra la gran piedra donde fueron cometidas las jahuar, donde el fuego todo lo consumió. Hoy es una explanada soleada y tranquila donde nadie podría imaginar lo que allí sucedió realmente . Me pregunté qué sentirían las mujeres al preparar semejante hoguera, avivar el fuego, ver cómo miles de personas iban marchando, etc. Tremebundo. Debieron de ser largas horas, debieron ser incluso largos días. Imaginé sus lágrimas, su desesperación, sus cánticos, sus despedidas, sus miedos; el ser humano al límite. Pensé en qué sentiría la última mujer que saltó. Dantesco. Quizá imaginé demasiado.

 

Lugar donde se realizó la gran pila funeraria
 

Hay demasiadas historias invisibles y no quiero que ésta sea una de ellas. Nos ayudan a conocer la humanidad; sus límites, sus luces y sus sombras. Como siempre, no hay ficción que a la realidad supere, y por eso, en memoria de todas estas personas, de aquellos hombres y sobre todo de aquellas mujeres, queda escrita.

 

Belinda del Camino

https://caminaresunarteolvidado.wordpress.com

 

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