Carta a mi yo de 60 años

Nuestra psicóloga Irene se desnuda en esta carta que ha escrito para su futura yo de 60 años. Porque lo verdaderamente importante es no olvidar tu camino: te hace quien eres.


Ilustración: Dani


Querida Irene de 60 años.

Te escribo con 30 años (a puntito de hacer 31) porque me apetecía dirigirme a ti para dejar constancia de lo que ha sido este año para mí (para ti) y de todo lo que he (has) cambiado. Sí, sé que tú tienes mucha más experiencia, que habrás pasado por más cosas que yo, que habrás hecho mil cambios ya, que probablemente lo que te diga te suene como un recuerdo lejano del que sólo aprendiste cuatro cosas de las cuatrocientas que sabes ahora.

Puede que leas esto con la ligera condescendencia que sólo otorga justamente el paso del tiempo a quien ha vivido más y ha aprendido de ello. Pero también sé, porque te conozco, que encontrarás esto tierno e importante y que no le quitarás ni un ápice de trascendencia. Te estoy viendo sonreír al leer.

Este año ha sido duro. Ha sido sin duda alguna uno de los peores que he vivido hasta ahora, si no el peor. Pero, paradójicamente, también ha sido uno de los mejores. No, ha sido el mejor. Porque ¿sabes qué? He aprendido que el dolor es pasajero. Lo he aprendido, me lo he creído y lo he practicado. Y también sé ahora que a través de él, creces. Porque lo duro te obliga a cambiar y he decidido tomarme esos cambios como trampolín hacia lo más alto.

Puede sonar fácil y simplista, pero si te concentras fuerte recordarás que no ha sido sencillo llegar hasta aquí. Que este aprendizaje no me lo han regalado, que poder llegar a este punto ha sido gracias a años de trabajo interno. Y este año todo ha explotado: un montón de pérdidas, la peor decisión que has tenido que tomar jamás -hasta la presente-, un montón de cambios, un montón de duelos. Pero pese a todo finalmente tú. Yo. Lo que ahora soy. Lo que eras, Irene, y que sigues conservando en ti.

Siempre has sido fuerte y seguro que lo sigues siendo – muchísimo, muchísimo más, sin duda-. Aunque siempre hayas creído lo contrario. Aunque una de tus frases top ten era (que ya no es) «no puedo». Y has sido fuerte porque has sabido ser débil. Has sabido volar porque has sabido caer. Has sabido rendirte, has sabido llorar, has sabido tocar fondo. Has sabido decir basta, has sabido tirar la toalla para luego, casi a rastras, recogerla. Has sabido aguantar y salir de tu desespero, te has dejado sentir fuerte el dolor, pero, sobre todo, has sabido mirar de cara todo lo que te ha venido. Y créeme, no ha sido poco. ¿Lo recuerdas?

Este año ha sido el año de Menorca. Seguro que al decirte esto te vienen un montón de recuerdos brillantes (¡a saber cuántas veces habrás estado ya! ¡¿No estarás viviendo allí?!). Yo todavía vibro cuando lo recuerdo. Y si me hace vibrar es porque está dentro de mí, porque ya es una parte mía. Fue el catalizador de todo mi cambio. ¿Recuerdas esos momentos de soledad, esos baños desnuda, esas cenas, esa compañía? Aquello fue pura felicidad. Y no lo fue por los hechos, de eso también me he dado cuenta: fue por cómo llegué a sentirme conmigo misma.

Aquello fue lo que grabó en tu mente para siempre (¿para siempre? Tú me dirás si es así) la frase:

«Que no sea flor de un día».

Porque pensabas: «no quiero olvidar todo lo que he aprendido. No quiero olvidar todo lo que me ha llevado a sentirme así». Porque otra cosa que he aprendido es que a veces nos sentimos mal con nosotras porque olvidamos. Porque dejamos pasar. Porque vivimos lo bueno, sentimos lo bueno, pero sólo por un ratito y luego nos empeñamos en mirar sólo las piedras del camino. Nos empeñamos en «querer llegar más alto» denostando lo que tenemos.

Con lo bonito que es tu camino. Mi camino.

Porque esa es otra: este año he aprendido a valorar más, de verdad, lo que tengo. A dejar de comparar, a dejar de querer cumplir lo que suponía expectativas ajenas. A ver mis propios logros como lo que son. A admitir la mirada del otro sobre mí como otra perspectiva de mí misma -creyéndomelo de verdad, vamos, sin medias tintas- entendiendo, de verdad, por qué le importo a la gente. Porque por si se te ha olvidado o por si caes en un momento de duda, recuerda: Irene, importas.

Sabes que la gente te lo demuestra y sabes que tú misma sabes verlo. Porque este año, el 2015, decidí quitarme la venda de niebla que no me dejaba verme en el espejo.

Y empezar a sentir. A saltar del hiperanálisis que te llevaba a analizarte hasta el último detalle cargándote de miedos y proyecciones absurdas. Ya, ya, que te sigue saliendo, seguro (vamos, si me dices que no te sale o que a duras penas, has hecho un supercamino que ni tú te crees). Me he atrapado más de una vez volviendo a hacerlo. Pero soy consciente de que esto me pasa, de que tengo muchas exigencias, y el saberlo me da el poder de vivir con ellas y llegar trascenderlas y reírme cuando me descubro haciéndolo -¡otra vez!-.

2015. Horror y esplendor. Todo en él concentradito, como una pequeña-gran caja de Pandora que me ha transportado a donde ahora estoy. Y ese lugar es el más bonito: bien al lado de mí misma, cuidándome. A trompicones pero lo voy haciendo. Para estar, cada vez, un poquito más cerca de mí, si cabe.

Irene de 60 años. No sé cómo estarás ahora pero quiero que nada de esto se te olvide. No quiero que este año caiga en el olvido por el paso del tiempo. No olvides. Porque te has demostrado mucho y lo mejor de todo es que eres consciente de todo ello. Soy consciente, de verdad.

Te mando desde tu pasado un abrazo de esos fuertes, para que puedas sentir desde la distancia del paso del tiempo el calor de esta mujer de 30 años que aprende, día a día, a quererse, respetarse, y a aceptar y acoger con los brazos abiertos todo lo bueno que le da la vida. Que no es poco.

 

3 Comentarios

  1. Maria José

    Preciosa de verdad Irene!! Me alegra y te felicito por esa gran fuerza y poder seguir adelante siempre,aunque a veces haya momentos que nos paralicen.???????

  2. Luisa Sánchez Zagal

    Hola Irene. Me encantó lo que escribiste y me emocionó (hasta las lagrimitas). Que potente es el recordar, rememorar y reconocernos a nosotras mismas y el aprendizaje que nos aporta algo tan sencillo como esto. Definitivamente hay que hacerlo. Es imposible sentarse a hablar con una versión mayor o menor de una misma pero esto es algo parecido. Gracias por la idea y por compartir un pedacito de ti. Un abrazo 🙂

  3. Que bonito, Irene.
    Felicidades por todos esos logros!
    Y por los que vendrán!! (Ya te los contará tu Yo de 60) 😉
    Preciosa carta.
    Un besote

Navegar

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies