Julieta se suma al equipo de Proyecto Kahlo y nos invita a pensar en nuestra alimentación y en nuestra salud ¿Son cosas muy distintas? ¿Hambre de qué tenemos cuándo comemos? ¿Dónde está el equilibrio?
Me invitaron a escribir esta columna y me sentí, al mismo tiempo que entusiasmada, desafiada. Necesito ser honesta, necesito (y no puedo hacer otra cosa) escribir desde mi y para mí, mi salud me da trabajo. No llegué a ningún lugar ni tengo recetas para nadie (bueno, alguna que otra recetita vegana sí quiero compartir). Me apasiona la búsqueda, el camino, lo humano, lo verdadero, compartir para ir sanando en comunidad.
En esta comunidad virtual y grande, somos un círculo. Y las experiencias, reflexiones y manifestaciones de cada una nos ayudan a nombrarnos e interpelarnos. A ese intercambio las invito. A leernos desde ese lugar, sin pedirle a nadie que nos resuelva nada, que nos sane nada. Y quizás, lo primero que quiero decir es que la salud -nuestra salud- está en nuestras manos (y en nuestros pies y nuestra panza y nuestro corazón y así sucesivamente…)
Escribo estas líneas luego de haber(me) comido cinco milanesas de legumbres. Las compré con la ilusión de almorzar una sola mañana al mediodía y de compartir el resto con una amiga el domingo. Pero llegué, y viernes a la noche, sola, me las fui comiendo una a una, paradita al lado de la heladera. Ni calentarlas pude. Se podrán imaginar que luego de haberme comido una o dos, hambre ya no tenía. Entonces ¿qué comí cuando comí esas últimas tres? ¿Hambre de qué tenía?
Cuando como mucha cantidad, me da culpa. Me castigo. Me hablo mal de mi a mi misma.
Luego registro que quizás lo que quería en ese momento eran besos de la persona que me gusta o dormir acompañada o reírme con alguien… Observo que es verdad: había en mi cuerpo una necesidad pero una que no se satisface con milanesas de legumbres ni con nueces ni con bananas ni bajándome un pote de miel.
Es verdad que no siempre quien te gusta está para darte besos ni siempre hay un ser amado esperándonos en la cama ni siempre están lxs amigxs para la ronda del mate. Entonces, comer compulsivamente se vuelve por un rato la ilusión de que esos deseos van a ser satisfechos. Tomar consciencia no necesariamente resuelve las cosas pero es un paso más en el camino. No para seguir criticándome sino para recordarme humana y para recordar que la salud y la sanación no es más que un camino, una danza, un intento, un ir y un volver.
No hay que llegar a ningún lado, no es un fin en si mismo. Hay que cabalgar, hay que navegar las circunstancias que se van presentando. Como si estuviéramos en el agua, que no siempre está quietecita para hacer la plancha, la vida nos pide que nos movamos, que entreguemos el cuerpo a lo que se presenta recordando que todo es perfecto, que cada evento (aún aquellos en los que nos hacemos daño) es necesario para que aprendamos lo que venimos a aprender, para que ejercitemos lo que venimos a ejercitar.
A cada una se nos van los desequilibrios por lados distintos. La salud no necesariamente es el equilibrio. La salud es bailar en el desequilibrio. La búsqueda y el trabajo está en abrirse a ese desequilibrio, a esa frustración, a ese dolor y ver en qué se transforma.
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