Una Frida participa con este maravilloso poema sobre la culpabilidad.
No te sientas culpable de mirar al espejo y encontrar a esa niña vestida de nostalgias y desencuentros.
No te sientas culpable de verte la cara manchada de los besos de Judas que te vendieron a tus destractores por pecar de ingenuidad.
No te sientas culpable por las veces que tus amigos te negaron y se olvidaron de ti. Al igual que hizo Pedro cuando negó a Jesús en su cruel enjuiciamiento.
No te sientas culpable de verte débil, asustada y herida por haber amado tanto a quien no lo merecía.
No te sientas culpable por no obedecer a tus padres, maestros y curas al quererse imponer y quitarte tu sonrisa con reglas que ni ellos saben obedecer.
No te sientas culpable por quebrantarte al oír a tu padre diciendo que no te quiso tener.
No te sientas culpable por matar a la niña y pretender ser mujer, porque así te obligaron o porque un niño vas a tener.
Si te declaras culpable que sea de luchar doblemente en un mundo por ser mujer, por amar, por besar, por follar; por tocar con tus dedos la apreciada libertad.
¡Escupe la culpa y mírate al espejo!
Toma cada pedazo de cristal y mira la sorpresa que te puedes llevar cuando los vidrios rompen la culpabilidad.
Ahora júntense abusos, prejuicios, abandono, golpes, habladurías, injusticia, moralidad; asómense al espejo y díganme qué ven, si a la niña «culpable» o a la mujer.
Krystal M. Rivera González
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