Nos deshicimos de la culpa con el número de mayo, pero no queríamos dejar de publicar la experiencia de esta Frida. Quizás ayude a otras muchas en su situación.
La culpa de un abuso siempre es algo controversial: muchos simplemente no ven a al violador o al abusador y se concentran en la víctima. Generalmente culpan la vestimenta, que si usó escote, que si usó minifalda, que estaba mostrando mucha piel, o que caminaba sola en la noche, en un lugar poco transitado y sin acompañante… Pero todo cambia si es menor la víctima, aquí ya la víctima no es el culpable, ahora lo es el abusador, porque él fue que usó sus manos, su fuerza, su cuerpo contra la voluntad del niñe, como también los culpables son los padres por ser irresponsables, descuidados por no estar pendiente 100% de su hije. ¿Y si te digo que el abusador es un familiar? ¿De quién es la culpa? ¿De sus padres? Porque si es un familiar que conoces de toda la vida, como un padre, una madre, un hermano, una hermana, un primo o la prima que creció a tu lado, el hijo o la hija cual viste cada paso que dio en su vida, sabes que confiarías en él y darías tu vida por él, entonces aquí sí es completamente la culpa del abusador.
Anteriormente, describí cómo la sociedad culpa el abuso físico, psicológico y sexual, y a continuación describiré cómo la víctima culpa un abuso sexual, porque desgraciadamente yo, María, una niña venezolana con una familia apegada y católica, fui abusada sexualmente por mi propio abuelo materno.
Todo pasó en una tarde en mi propia casa, cuando veía a uno de mis tres hermanos jugar en la computadora. Mi abuelo me llamó desde el garaje y fui a ver qué quería. Él me pidió que me sentara a su lado y lo hice, empezó a preguntarme si había vellos en mi vulva y con una mano me tocaba por encima de mi ropa, no entendía y me paralicé, no respondí, no hice nada, solo me quedé sentada viéndole la cara y él sonreía, mientras que me decía muchas otras cosas más que no puedo recordar. Luego agarró una de mis manos y la colocó por encima de su pantalón, y me decía una y otra vez que hiciera la mismo. Me volvió a tocar para que yo lo copiara, pero no lograba entender y seguía paralizada. Como no hacía nada, terminó volviendo a colocar mi mano por encima de su pantalón y él realizaba el movimiento repitiendo “así, así es que se hace”. Después de un par de minutos, mi mamá empieza a llamarme desde su cuarto y él me dijo que podía ir, que fuera a ver a mi mamá y lo hice. Mi madre me preguntó por mi abuela y por él, solo le dije que mi abuela dormía y mi abuelo estaba en el garaje, al salir de su cuarto no volví con él, solo fui a sentarme con mi hermano para verlo jugar.
Sinceramente no sé cuándo pasó, que edad tenia, en qué año ocurrió, todo después de ese día se volvió confuso, el golpe del suceso fue tan grande que lo bloqueé por completo. Desde ese día dejé de vivir, me convertí en un zombi, cambié, mis notas eran montañas rusas, subían y bajaban como mi estado de ánimo; ese día mi inocencia, mi infancia, había muerto.
A los 14 años fue cuando lo recordé todo y logré contarle a mi madre, ella solo me dijo una y otra vez que por qué nunca le dije nada, lloró y se fue de la casa por unas horas, nunca supe si fue a casa de mi tía o a caminar para tranquilizarse.
Después de recordarlo todo fue peor, caí en depresión, sentía que perdía la cabeza, pensaba que todo era parte de mi imaginación porque no quería que fuera verdad. Empecé a enfermarme, dolores de cabeza y náuseas constantes, siempre me daban cuando me sentía deprimida. Después conocí la ansiedad, desgraciadamente mi hermano mayor decía que solo quería llamar la atención, sin saber cuánto sufría. Lo peor de todo realmente es que sentía que era mi culpa lo sucedido, por no correr, por no gritar, por no decirlo al momento, o por no decirlo al segundo intento de abuso sexual, por recordarlo después de que pasaran tantos años, pero simplemente recordé que era una niña que confiaba completamente en su abuelo, que lo quería, que podía hacer bromas y reír, que lo respetaba y hacía todo lo que él me decía siempre.
El 18 de febrero de este mismo año mi abusador murió, y por ser su “familia” fui obligada a ir a su entierro, siendo el acto más hipócrita que he hecho en toda mi vida. Me sentí sucia, me sentí mal, porque no quería estar ahí pero nadie lo comprendería. Mi hermano mayor estaba molesto conmigo por no acompañar a mi madre en el proceso de velorio, así que fui para no levantar sospecha. También para que mi familia, que a veces saca malas conclusiones, no hablara mal de mí, porque mi excusa de los días anteriores era estar enferma de la famosa zika, la cual me brotó el mismo día de la llegada de mi menstruación, pero mi prima estaba igual y ella iba a ir, así que yo también tenía que ir.
Ese día no vi la urna, no quería ver su cara, solo abrazaba a mi madre y a los que lloraban, ese día enterré a mi abusador y a la niña pequeña que solía ser, enterré el veneno que me consumía el corazón, trate de enterrar mis recuerdos, mi sufrimiento, enterré la culpa que sentía.
Entonces después de todo, ¿quién tiene la culpa? ¿Mi madre, por saber que él abusaba de dos de sus hermanas, pero con el tiempo lo dejó de hacer y empezó a confiar en él por la manera que me trataba o cuidaba, que mientras todo sucedía ella estaba descansando? ¿Mi padre, que trabajaba esa tarde y nunca ha logrado enterarse de esto? ¿Mi hermano, que estaba muy cerca, pero demasiado lejos para escuchar, concentrado en su juego y pensando de que su hermanita está cuidando a su abuelo solo? ¿La culpa fue mía por no gritar o correr? O ¿es la culpa realmente de mi abusador?
Ahora lo entendí, nunca fue mi culpa, siempre fui la víctima, porque la culpa de un abuso es el que lo realiza, el que usa su boca, sus manos, sus fuerzas, su cuerpo entero para abusar, para profanar un el cuerpo de una niña inocente, o simplemente el cuerpo de una persona.
Yo perdono a mi madre, que la mayoría del tiempo no sabía cómo reaccionar; quisiera librarla de la culpa que siente. También perdono a mis padres y a mis hermanos, que en muchas ocasiones me obligaban a ir a ver a mi abusador, sin saber lo que realmente pasaba.
Ya la culpa no me consume, he retomado mi vida, actualmente estoy tratando de cambiar, creando rutinas sanas, volviendo a hacer lo que me gusta, cuidando mi cuerpo, creando nuevas metas, tratando que la depresión no vuelva y si lo hace estaré más preparada para superarla.
Escribo esto para toda esa gente que culpa al que no debe ser culpado de abuso; al que solo juzga; también para esas personas que, como yo, fueron abusadas por su familiares, una persona cercana o extraña y vivieron parte de su vida calladas; para esos niños y niñas a les que les quitaron su inocencia e infancia. Y escribo para mí porque hace tiempo quería gritarle a los cuatro vientos cómo me sentía y estaba retenida por años por mi propia familia. Si te pasa, sé más inteligente que yo: háblalo, grítalo y busca justicia, nunca es demasiado tarde.
María (Venezuela)
5 Comentarios
somos muchas y no deberíamos de serlo, el concepto budista (que ahora yo estudio) parte del principio de que todos somos seres bondadosos, pero solo falta mirar al mundo, mirar a mi pasado para darme cuenta que una persona puede ser bondadosa ante los ojos de los demás y un monstruo en secreto, toda mi vida me he preguntado ¿Cómo puedo amar a la persona que tanto daño me hizo? ¿Cómo puedo odiar tanto a la persona que me dio la vida, que siempre procuró que tuviera un techo, comida y educación, que siempre me leyó cuentos antes de dormir y me llevó de la mano al preescolar? Quiero dejar ir la culpa y el dolor y perdonar, pero eso aun me es imposible.
Hola Yolanda,
Creo que deberías tener una seria conversación con tu familia y contarles lo que sucedió y qué es lo que ha pasado a lo largo de todo este tiempo. Deberías, aunque sea ahora, contar con el apoyo de tu familia. Era tu abuelo, sí. Pero era un hijo de puta y tu madre debería haber puesto el grito en el cielo y sacarlo a patadas de vuestra vida. Te lo digo desde la experiencia, abusaron de mi cuando tenía 6 años, fue un conocido de mi padre. Lo más doloroso para mi fue decírselo a mi padre y él me ignoró, no me creyó, y eso me creó un trauma enorme.
Me alegra saber que disfrutas ahora de una vida feliz y te estás cuidando. Un abrazo enorme de hermana.
Somos tantas, callamos el abuso durante tanto tiempo, cargamos un secreto que nos carcome, nuestra familia, la que se supone que debería cuidarnos, nos violenta, mira para otro lado… yo quería ser como las demás nenas, trataba de hacer de cuenta que nunca pasó, por momentos también creía que lo había imaginado, pero no, yo era inocente hasta ese momento. Gracias por compartir tu historia, por hablar de lo que no se habla.
Leer esto me lleva a pensar que no soy la única, la primera y lo peor, la última. Con la diferencia que la culpa aun me inunda y el odio también. Sólo me resta decir que la desconfianza es una herramienta poderosa para evitar que estos mismos seres a quien uno amó, no se sientan con la libertad de abusar y destruir la inocencia.
Hola, te escribo desde Chile. No sabes cuan identificada me sentí con tu historia. La culpa es algo que cargas hasta comprender la realidad, hasta que hiciste lo imposible por ocultarla. También pasé por lo mismo y el día que lo recordé el mundo se vino encima pero, al pasar del tiempo, después de 20 años entendí que todo tiene un significado en la vida, seguramente ves cosas donde nadie mas ve, sientes como nadie mas siente, pero sobre todo, vives como una guerrera, de la forma en que muchos no logran vivir. Te felicito, porque se cuanto duele tu historia y se cuanto has luchado. Insisto, de las marcas que dejó tu vida, siéntete la mujer mas valiente y fuerte del universo. Y recuerda, al igual que yo, que sobre todo lo pasado no tuviste poder, pero hoy eres una persona que puede decidir sobre todo y todos. Busca la forma de revivir y no olvidar jamás la niña que fuiste en la vida. Será la oportunidad mas hermosa que podrás vivir. Cariños y fuerza desde Chile <3