Una lectora nos pregunta por qué no contemplamos a los hombres en nuestros contenidos. ¿No son ellos también víctimas y necesitan empoderarse tanto como nosotras? Mónica responde con una aproximación histórica y social.
En primer lugar, me gustaría felicitarles por su trabajo.
Es cierto que el feminismo es un asunto de todxs. El sistema heteropatriarcal afecta a todxs: a las mujeres, a lxs trans, a lxs intersex, a lxs genderfluid, a lxs agénero, a los hombres. Sin embargo, la posición que nos otorga el heteropatriarcado a cada unx de nosotrxs es diferente, y es desde estas posiciones de opresión y de privilegio es desde donde tenemos que actuar y reflexionar.
En Proyecto Kahlo, las redactoras somos mayoritariamente mujeres, y reflexionamos desde nuestras situaciones particulares. Algunas somos blancas, otras bolleras, otras migrantes y otras queer. Escribimos desde nuestras posiciones concretas, y hacemos política desde allí. No podemos dar lecciones de cómo tiene que ser la lucha de los hombres en el feminismo, así como tampoco damos lecciones a otras mujeres con diferentes perfiles ni tampoco a otros sujetos oprimidos por el heteropatriarcado.
Ahora bien, escribimos desde la necesidad de hacer hincapié en la idea de que lo personal es político. Ya nuestras hermanas feministas de los años 70 sintieron la necesidad de buscar su lugar aparte de los grupos políticos mixtos, pues encontraban que la lucha contra el heteropatriarcado se relegaba a un segundo lugar. Era considerado por sus propios compañeros de lucha como algo menos importante, incluso como algo que dividía a los movimientos de izquierda y los desviaba de la “verdadera” lucha por la revolución.
De esta manera, surgieron los grupos de autoconciencia: grupos de mujeres en los que se compartían las experiencias personales, que resultaron tener todas una causa política: el heteropatriarcado. Sus compañeros de lucha no creían que la lucha contra el heteropatriarcado fuese importante, a pesar de que ellas insistentemente lo explicaban; hoy, seguimos insistiendo a pesar de que nos consideren unas cansadas, unas histéricas, unas feminazis, y a pesar de que haya hombres que no comprendan la necesidad de los espacios no mixtos. A pesar de que estamos escarmentadas, hartas y hastiadas de tener que lidiar con labores pedagógicas con ciertos hombres, seguimos insistiendo.
Quienes tenemos que librarnos de nuestras cadenas somos las personas oprimidas por el heteropatriarcado. No podemos esperar que las personas privilegiadas luchen por nuestra liberación: tenemos que liberarnos nosotrxs mismxs. Llevado a la lucha de clases, por ejemplo, sería como esperar que lxs patronxs se pongan en huelga con la clase trabajadora para demandar el fin del capitalismo. Sigue siendo necesario hablar desde las posiciones de opresión. Sigue siendo necesario darle voz a quienes no la tienen. Nuestros testimonios tendrían que ser suficientes para remover conciencias.
Es verdad que apelar a quienes tienen el poder puede ayudar a cambiar imaginarios, y es una estrategia útil que puede complementar la lucha desde las posiciones oprimidas. Por lo tanto, es útil el papel de los privilegiados aliados. Se ha escrito mucho sobre el tema: mirad aquí, aquí y aquí. Sin embargo, es importante que los hombres sean eso, aliados, y que no traten de liderar la lucha feminista. Muchas veces, desde su posición de privilegio, se tiene tendencia a tratar de liderar la lucha dando lecciones. Desplazan la lucha feminista para intentar llevarla a su manera. Sería, siguiendo la analogía de clase, como si la clase capitalista estuviera diciéndoles a las personas sindicalistas cómo llevar su lucha para derrocar el capitalismo. Evidentemente, le diríamos a esa clase obrera que no se fiara, que los consejos de la clase capitalista no sirven más que para mantener el status quo.
No quiero decir que sea imposible que los hombres formen parte de la lucha feminista, sino que cada cual tiene que saber encontrar su lugar. Igual que yo, mujer blanca, tengo que encontrar mi lugar en una lucha intercultural. Hombres que estáis leyendo esto: sed nuestros aliados. Escuchadnos, creednos cuando os contamos la opresión que vivimos, reconoced vuestro privilegio, daos cuenta de cuándo lo estáis ejerciendo, daos cuenta de cómo el patriarcado tiene efecto en cómo os movéis, cómo habláis, cómo juzgáis, cómo os relacionáis con otras personas. No intentéis darnos lecciones sobre qué es lo mejor para la lucha feminista. Escuchad, desaprended el patriarcado que nos enseñan a todxs desde la cuna.
Nos es una tarea fácil: no lo es para ninguna de nosotras tampoco. Ser feminista no viene de repente: es una ardua y constante tarea de despatriarcalización de nuestras identidades. Si a nosotras nos cuesta, imaginad a los hombres, que además tienen que abandonar los privilegios.
Los hombres cis blancos heterosexuales de clase alta y capacitados psíquica y físicamente son quienes tienen el rol que ocupa la cúspide de la pirámide en el heteropatriarcado occidental. Son quienes perderán su posición de privilegio en un futuro feminista. Derrocar el heteropatriacado será positivo, evidentemente, para todxs; pero hay hombres que todavía se resisten a perder esa posición y entorpecen la lucha. Muchas veces este entorpecimiento es consciente: hombres decididamente patriarcales que están muy bien en sus poltronas machistas. Otras veces, las más sibilinas, son inconscientes, y son fruto de las estrategias que el heteropatriarcado tiene enraizadas en nuestras identidades para pervivir. Para evitar esto, la revisión de nuestras actitudes heteropatriacarles, que las tenemos todxs, es constante. Y, para los hombres cis hetero, es aún más difícil.
Hombres cis: montad vuestros grupos de nuevas masculinidades. Aprended a ser aliados del feminismo. Nosotras no podemos explicaros qué hacer, ni podemos emanciparos del yugo del patriarcado: ésa es vuestra labor. No podemos interpelaros más que contándoos nuestras experiencias desde nuestra posición de opresión. Si leernos y saber cómo nos afecta el heteropatriarcado en nuestras vidas no os enoja lo suficiente como para querer derrocarlo de nuestras/vuestras vidas, tampoco podemos obligaros a luchar por la libertad.
2 Comentarios
Qué claridad! Me ha encantado lo didáctica de tu explicación. En efecto esto no es una guerra de los sexos ni nada por el estilo, aunque muchos y muchas lo traduzcan así, por simplismo, por desinterés (por interés) o por desconocimiento. Mucha gente y muchos hombres al rededor mío y de mi trabajo se ofenden rápidamente cuando me escuchan hablar de estos temas e incluso cuando hablo de hombres que trabajan nuevas masculinidades (cuando se trabaja con mujeres me dicen: por qué solo con mujeres??; cuando muestro trabajos de hombres: y por qué con hombres? las mujeres también son machistas). Todos y todas tenemos cosas que hacer, pero como dice Mónica esta lucha es nuestra, es nuestro papel como mujeres el que tenemos que defender, renovar, reconocer y liberar. Es nuestra tarea y, si queremos asumirla como tal, solo podrá traernos una vida más plena, una sociedad más justa.
te felicito por tu respuesta, justamente este tema es algo que como feminista me eh planeado y que mucho hombres también usan de excusas. espero que nuestra lucha algún día llegue a su fin y podamos ser libres al fin!