Nuestras arrugas, miedo a madurar y empezar a escribir a los 65 años en nuestra entrega literaria de este mes, pasen y lean 😉
A veces llega un momento en que
te haces viejo de repente
sin arrugas en la frente
pero con ganas de morir
Seguro que casi todes habéis reconocido las primeras líneas de La senda del tiempo, de los Celtas Cortos, y es que creo que este párrafo describe perfectamente cómo nos sentimos muchas personas en algún momento de nuestra vida. Jóvenes pero viejes, o ¡viejes pero jóvenes!
Un día nos miramos al espejo y al descubrir nuestras arrugas tenemos que decidir si cada una de ellas es el reflejo de una gran vivencia, de un apasionado año de nuestra vida, un logro personal o profesional (esas arrugas bellas que la publicidad se empeña en ocultar); o si por el contrario, es solo una arruga que te recuerda que la vida pasa y que tú simplemente has estado en ella, permitiendo que se te escape.
Como se le escapaba a La mujer rota, de Simone de Beauvoir (precursora del movimiento feminista).
Esta novela contiene tres narraciones: La edad de la discreción, Monólogo y La mujer rota, protagonizadas por mujeres víctimas de su condición como tales, de sus propias malas elecciones y de la visión instalada del amor (vivir por y para dar amor a tu pareja), que las lleva a una situación de insatisfacción y aislamiento.
paseando por las calles
todo tiene igual color
siento que algo hecho en falta
no sé si será el amor
En concreto, la vida de la protagonista del tercer relato gira en torno a la familia que ha construido con su marido y sus dos hijas. Sin estudios, sin trabajo, sin más objetivos que ser la perfecta esposa y ama de casa, cuando sus hijas hacen su vida y su marido le confiesa su infidelidad, con la mitad de su vida ya transcurrida, descubre los engaños que hay detrás de los cuentos de príncipes azules.
Y mientras unes lamentamos que hemos despertado demasiado tarde de nuestra historia de príncipes y “principesas”, otres prefieren vivir en un cuento eternamente, cual Peter Pan.
Complejo que se evidencia en la vida de “Frankie el Trola”, protagonista de White City, de Tim Lott, un treintañero agente inmobiliario que confiesa la mentira como la mejor forma de hacer dinero. Orgulloso de sus amigos de siempre, con los que disfruta de la cerveza, chistes sexistas, juergas “machitas” hasta las tantas, conversaciones triviales, toda una vida de adolescente con la que se siente plenamente satisfecho ¿o no?; hasta que aparece Verónica, mujer fuerte e inteligente con la que se plantea superar su miedo a crecer.
Miedo que comparte con “Tal”, personaje principal de la primera novela de David Moralejo, Una vez más, nadie me echa de menos. En ella, Moralejo representa el miedo a madurar de su generación, pero contrariamente al personaje de Tim Lott, rodeado de lujo y brillo, David centra el miedo a crecer en otras causas, como la precariedad laboral que desola la España actual.
También treintañero, Tal es un periodista frustrado que decide presentarse a un concurso literario amañado por hacer algo con su vid. Al fin y al cabo, nunca es tarde para luchar por nuestros sueños.
Un claro ejemplo de esto es Kevin Brooks, quien a pesar de autoconsiderarse “demasiado viejo para ser una estrella de rock”, siempre soñó con ser escritor a tiempo completo, y tras realizar todo tipo de trabajos, lo consiguió con su primera novela Martyn Pig.
Martin es un joven de 14 años que convive solo con su padre alcohólico, que le hace víctima de malos tratos. El libro tiene como centro el proceso de maduración del protagonista y narrador.
Y por otra parte, Laura Ingalls Wilder, ¡exacto!, nuestra adorable protagonista de la Casa de la Pradera o La Familia Ingalls, quien publicó su primera novela a la temprana edad de los 65 años.
Como dato curioso diré que,según el superventas Pioneer girl, la idílica casita de la pradera está lejos de una realidad, ya que en este primer borrador autobiográfico escrito por Laura (luego novelado y editado), la violencia formaba parte de su día a día, y en la vida real, nuestra protagonista cuidaba a una mujer enferma cuyo marido intentó violarla.
En cualquier caso, con versión Ingalls edulcorada o no, lo que no debemos olvidar es que ninguna arruga, ningún achaque y ninguna mala experiencia vital le impidieron a Laura comenzar una aventura nueva que le colmó de éxito. La publicidad, las revistas, la televisión o la moda nos intentará marcar qué debemos hacer, cómo debemos vestir e incluso qué debemos pensar en función de nuestra edad, pero la decisión final es solo nuestra. Y cuando nos miremos al espejo, seremos nosotres les uniques culpables de que cada cana que luzca en nuestro cabello,sea la reminiscencia de un glorioso momento o no.
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