Perra verde con gafas violetas

Repasamos las fases del activismo feminista: la rabia, las gafas violetas a estrenar, la fase de mosca cojonera, la de cansancio, la de autocuidado y la de aceptación.

Ilustración de Dani

Por suerte, los cambios son parte inherente de nuestras vidas. No solo crecemos físicamente, sino que a lo largo de toda nuestra vida descubrimos otras miradas que nos hacen cuestionar la que habíamos tenido hasta entonces.

Por suerte, el feminismo entró en mi vida.

Podría decir que fue casi por casualidad, pero no fue así del todo. Mi madre ya me hablaba de pequeña de las injusticias que sufríamos las mujeres, me contaba que no siempre habíamos podido votar, y me hablaba de mujeres con papeles importante en la historia. Supongo que esto fue creando una especie de caldo de cultivo que permitió que una vez llegara, lo hiciera para quedarse.

Tomar conciencia feminista es algo apasionante, pero a la vez, difícil de digerir emocionalmente. Es un proceso en el que empiezan a cobrar sentido muchas cosas que has vivido y a las que no habías sabido poner nombre. Esa cólera que sentías cuando los niños jugaban a tocar el culo a las niñas en el patio del colegio, el asco ante los comentarios soeces de los hombres de tu entorno, el malestar por sentirte gorda, los cabreos que te pillabas cuando los chicos te tocaban “disimuladamente” al pasar por tu lado en los bares. La impotencia al oír opiniones sobre tu cuerpo por parte de desconocidos en la calle y no poder responder por temer a una agresión.

También el miedo que sientes al caminar sola por la calle de noche, la impotencia que te invade cuando el novio de una amiga la trata como si fuera una mierda, la insistencia de tu familia en que te eches novio para que tu vida tenga sentido…

Cuando tomas conciencia feminista, todo esto comienza a tener una explicación. Alivia saber por qué sientes lo que sientes. Pero a la vez que alivio, se siente rabia.

Lo bueno de esta rabia es que te da fuerzas y te empuja a intentar cambiar tu entorno. Piensas que si esto explica tantas cosas y es tan injusto, ¡debería conocerlo todo el mundo!

Así que ahí te lanzas a dinamitar todas las expresiones machistas que presencias: pones cara de odio cuando se cuenta un chiste machista en un botellón, respondes a los comentarios misóginos en las reuniones familiares, cuestionas a quien cuestiona a una mujer libre. Y esto ocurre tanto y con tanta intensidad, que te acabas convirtiendo en la rara de todos los sitios a los que acudes: levantas la mano en las formaciones que no incluyen la perspectiva de género (“Perdona, ¿has desagregado los datos por sexo?”), comentas los anuncios que tratan a las mujeres como un trozo de carne, destrozas corazones desmontado películas de Disney, descolocas a quien se creía igualitario por “ayudar” en casa, confrontas a los amigos que usan y abusan del cuerpo de las mujeres, fomentas que tus amigas tengan más espacio propio en sus relaciones ante la mirada atónita de sus novios… Vamos, lo que se conoce como ser la mosca cojonera, la rara, la tocanarices, la incómoda, una auténtica perra verde.

Pasada esta época, y después de haberte dado cuenta de que la energía que gastas en esto te consume, empiezas a utilizar otro tipo de estrategias que no te hagan tanto daño ni te expongan a situaciones que no puedes manejar sola. Es aquí donde cobran importancia las redes feministas o los grupos de autoconciencia. Descubres que tener espacios en los que compartes esta visión del mundo y en los que las reivindicaciones se hacen acompañada, funciona casi como un seguro de salud.

Pero cuidado, al contrario de lo que pensabas, tampoco dejarás de ser la rara en estos espacios. Al cabo del tiempo participando en estos grupos, te descubres ocultando que has ido a depilarte las ingles porque has quedado con un chico ¿Relaciones heteronormativas yo? Qué va.

¿Relaciones insatisfactorias? Ni de coña, yo cuando estoy con alguien digo siempre lo que quiero y lo que no, además, eso de la penetración cada vez me gusta menos (¿a quién pretendes engañar?).

Obvias tu pasión por Dirty Dancing y por bailar reggaeton como una loca. Asientes cuando alguien dice que nunca aguantaría una falta de respeto de su pareja (mientras recuerdas que no pudiste contestar cuando tu pareja cuestionó tu activismo). Disimulas cuando preguntan qué hiciste el último 8 de marzo ( ese en que decidiste quedarte en casa tocándote el coño). Hasta te da vergüenza reconocer que muchas veces te haces la tonta cuando un tío te intenta explicar algo que ya sabes porque simplemente te cuesta menos que tener que rebatirle.

Es aquí donde empieza la esquizofrenia, y donde empiezas a hacer, por salud propia, el duelo de tus expectativas. Las expectativa de que todo tu entorno cambie contigo y la expectativa de ser la más feminista entre las feministas. Empiezas a aceptar que serás la rara, la “perra verde” toda tu vida, pero que al fin y al cabo, no te desagrada la idea. Serás la perra verde de la familia por no tener pareja estable y por empezar a cuestionarte tener hijes. Serás también perra verde por invertir el poco dinero que tienes en crecimiento personal y viajes en vez de en una casa o un futuro estable. Perra verde por amar tu cuerpo en el momento en que está más alejado de la norma. Perra verde por no depilarte las axilas, el bigote y la vulva entera y no sentir ni un ápice de vergüenza. Perra verde por promover la aceptación de nuestros cuerpos y la vivencia consciente de la menstruación. Perra verde por leer todo el rato cosas que refuerzan que seas una perra verde.

Perra verde por ser feminista y aceptar tus contradicciones.

Y sobre todo, y por mucho tiempo, perra verde por reírte, junto a tu manada de perras, de la verdez de vuestro verde.

3 Comentarios

  1. Inés P.

    Es un artículo genial , sólo tengo dieciséis años pero estoy muy interesada en el feminismo y luchar por los derechos dela mujer y me he sentido identificada, me siento la rara de mis amigas y mi clase en general porque yo veo que tenemos un gran problema por solucionar, sobre todo entre la juventud y parece que pocos lo ven . M e gustaría tomar acción de verdad.
    Felicidades por vuestras palabras!

  2. genial, ana, iba leyéndote y es que me he visto en todo lo que ibas contándonos.

  3. Te aplaudo con fuerza! Me siento tan identificada con lo que has escrito!! Sigamos riéndonos de la verde de nuestro verde, y nunca dejemos de ser perras verdes!

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