Una cosa es la vida sexual real. Otra es el porno. Pero a veces no hacemos esa distinción, algo que trae consecuencias frustrantes a nuestra vida sexual.
No voy a entrar en si el porno es bueno o malo ya que no creo que haya una respuesta correcta -ni seré yo la que lo juzgue-. Lo que está claro es que el porno, como toda herramienta, puede ayudar o perjudicar. Muchas veces el porno es para las relaciones sexuales lo que el amor romántico a las relaciones de pareja y otras veces se convierte en un aderezo muy gratificante.
Lo que sí me he encontrado en consulta es muchas personas que venían con algún tipo de problema o inseguridad que surgía de ver películas pornográficas porque hay una cosita que a veces se nos olvida: es una fantasía.
El porno es fantasía
Lo es.
Lo siento, tenía que decíroslo.
Sí, las vulvas y penes que ves en la pantalla son reales, por supuesto, pero también hay trucos, inventos, planos, iluminación, montaje, se juega con las proporciones… En definitiva, todo lo que hace que sea una película.
Pero se nos olvida.
Y acuden personas que piensan que su pene es muy pequeño o que no son capaces de “aguantar” -qué poco poquísimo me gusta esa palabra en cualquier ámbito- todo lo que lo hacen sus congéneres en las películas y se frustran. Mujeres a las que no les gustan sus genitales porque no siguen el mismo “patrón” -amiga, hay tantos tipos de vulvas como vulvas en este mundo- y entonces se avergüenzan e incluso evitan prácticas como el sexo oral porque no se sienten a gusto con sus cuerpos.
Sí, puedes tener un encuentro sexual casual, consentido e inesperado. Pero que una persona te traiga un pedido de leche a tu casa medio desnuda y que, en la puerta, decida beberse una de las botellas dejando caer la misma por su cuerpo y te anime a beber de ella sucede en las películas, no en la vida real.
Pero se nos olvida.
Y pensamos que es normal que esas cosas pasen y cuando nos encontramos con una negativa no nos gusta y nos decepciona. Cuando, en la vida sexual real, una persona de repartos te trae un pedido lo más que te va a pedir es tu nombre y D.N.I. y, la persona que lo recibe, no te va a invitar a entrar y a que le ayudes con “el paquete” o algo así sino que te dará las gracias y cerrará su puerta.
Tenemos un encuentro sexual, empieza y al momento la mujer gime, grita y clama al cielo mientras alcanza un orgasmo que hace que las paredes se estremezcan y te envidien los vecinos. ¡Oh! ¡Sí! Eso es en las películas.
Pero se nos olvida.
Y la realidad es que muchas parejas se frustran si las mujeres no gimen y gritan porque el porno nos ha dicho que eso es lo que hace una mujer cuando alcanza el orgasmo y, si no pasa, no hay disfrute, no hay nada. Mentira. Una mujer puede tener orgasmos sin hacer apenas un sonido, de hecho es habitual que muchas durante el orgasmo no seamos capaces de articular ni una pequeña sílaba. Y qué bien se siente.
Pero como la idea de los gemidos es poderosa me encuentro con la “sorpresa” -no lo es- de mujeres que me dicen que sí que tienen orgasmos, que disfrutan de sus relaciones sexuales pero que se aburren de fingir gritos y gemidos para su pareja porque eso las desconcentra, las saca de la clave erótica y hace que a veces tengan que decir adiós a su placer con la manita.
Pero Marta, también habrá a quien le ponga mucho hacerlo, meterse en el papel, gemir y gritar… seguro y, como decía al principio, si te gusta y te funciona adelante, pero no nos hagamos esclaves de algo así supeditando el papel al placer.
Tenemos el porno al alcance de nuestra mano, me da igual un mando, un móvil, un click en un ordenador y, al instante, muchos estímulos que hacen que nuestra excitación se dispare. Sin intermediarios, sin nada. Pero claro, esto es una película.
Que no, que el porno no es real…
… pero se nos olvida.
Y, acostumbrades a eso, cuando “asaltamos” a nuestra pareja en cualquier momento, lugar o situación, cuando obviamos cosas -tan importantes- como el consentimiento, besos, risas, miradas, y vamos a por todo a lo loco y sin tener en cuenta nada más que nuestra propia satisfacción sexual, esto va a afectar negativamente a nuestra relación. Y esto pasa.
Todo sale perfecto, da igual que sean dos, tres o diez personas. Todo fluye, todo excita, los turnos, ahora eses dos, luego aquelles, de momento se sincronizan, sexo oral, anal, vaginal, boca arriba, boca abajo, que si plin que si plan. Esto sucede en las películas.
Pero se nos olvida.
Y nos frustramos cuando nuestra pareja igual no quiere añadir a alguien más en la ecuación o cuando, una vez hecho, los turnos son dispares y no está proporcionado, o cuando descubro que no todes les participantes llegamos en el mismo momento al orgasmo.
En fantasía en el cine hemos hecho muchas cosas: hemos ganado batallas galácticas, hemos curado enfermedades, hemos visto como se acababa el mundo y lo hemos salvado, hemos visto animales hablando y como las máquinas o los zombies se hacían con el mundo. Y eso no nos quita ilusión y energía en nuestra vida, no consideramos que ésta sea menos si no sabemos utilizar una katana o no tenemos superpoderes.
Pero se nos olvida.
Y me encuentro con gente que siente esa desilusión en la vida sexual. Personas que prefieren masturbarse viendo porno a estar con sus parejas porque lo segundo es más “aburrido”, porque no hay un cambio tan habitual de escenarios ni vestimentas ni de personajes principales. Porque con el porno me puedo tirar a 10 personas en un día, así tal cual, y luego miro a mi pareja y el deseo por ella se ha diluido.
O porque cojo los argumentos de las pelis y quiero ponerlos en práctica e igual tengo suerte y mi compi de cama quiere jugar a las películas, pero igual no o igual se cansa o igual descubro que, aún haciéndolo exactamente igual no es lo mismo. Porque no es cine, porque es realidad.
Por eso sólo quiero aconsejaros que disfrutéis del porno si queréis hacerlo, a solas, en pareja, con amigues, como os de la gana, recordando que es una fantasía.
Pero que no se os olvide 😉 .
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