Una Frida con motivo del 8 de Marzo comparte una reflexión personal y un sueño, un llamamiento a la huelga feminista indefinida.
Cada año me siento más orgullosa de ser mujer. Aunque la lucha por la igualdad es diaria, cuando se acercan fechas significativas como el próximo 8 de marzo, y veo a mi alrededor mujeres de todas las edades organizándose, buscando sitios, horas y acciones para seguir reivindicando nuestros derechos, no puedo más que valorar y reconocer todo el potencial, la capacidad y la fuerza que subyace en nosotras las mujeres. Sin embargo, he de decir que hay algo que me preocupa: tendemos a pensar a pequeña escala.
Supongo que cuando nos educan pensando en maquillaje, ropa, matrimonio y maternidad, no se nos pasa por la cabeza implicarnos en política o en revoluciones. Y me he estado preguntando por qué. ¿Por qué tanto empeño en tenernos apartadas? La respuesta se ha presentado ante mí con una sonrisa pícara: somos poderosas. Más poderosas de lo que puedan llegar a imaginar. Me explico. En su afán por convertirnos en seres sumisos y obedientes, el sistema patriarcal nos ha dado las llaves para acabar con él. Todas las tareas con las que nos ha cargado, se convierten a su vez en nuestra mejor herramienta. ¿Cómo? Con la huelga. Y no lo digo por decir.
Tomemos como ejemplo la siguiente fecha: 24 de octubre de 1975 en Islandia. Ese día el 90% de las mujeres decidieron que se tomaban el día libre y el resultado fue un colapso del sistema. Los hombres que pudieron llegar a sus trabajos tuvieron que llevarse allí a sus hijes, no funcionaba el transporte, las tiendas tuvieron que cerrar…y cinco años más tarde eligieron democráticamente a la primera mujer presidenta (divorciada y madre de una niña). Leyendo sobre este hecho, lo que más me llamó la atención fue que con aquella huelga, los hombres tuvieron que reflexionar; no les quedó más remedio que poner en valor el trabajo diario que las mujeres hacían. Aunque creo que lo más importante fue, el hecho de que las mujeres se dieran cuenta del poder que tenían. Del poder real para inmovilizar un país si decidían no hacer las mil y una tareas diarias que se les habían asignado por el simple hecho de ser mujeres.
Y ahí es donde reside nuestro poder. Somos muchas, hacemos demasiadas cosas y si no las hacemos nosotras, el mundo no gira. Así de sencillo. ¿Creéis que somos conscientes de esta capacidad? En mi opinión, hacen que nos sintamos preocupadas e intranquilas de forma constante para que no nos paremos a reflexionar sobre ello. ¿Cómo vas a pensar en algo más si tienes que estar pendiente del aspecto físico, las relaciones, si tienes hijes o no, cómo les cuidas , el amor, el trabajo, el comportamiento, los hogares y, además, pensar en si te van a matar o no, en si te van a violar o no, en si te van a creer o no?
Nos mantienen agotadas física y psicológicamente. Ya no solo con una sobrecarga de trabajo no remunerado, sino con miedos y angustias que les permiten seguir haciendo lo que quieren.
Creo que ha llegado el momento de hacerles saber que nunca han tenido el poder. Así que me voy a permitir el lujo de cerrar los ojos e imaginarme un 8 de marzo que se extiende en el tiempo. Un 8 de marzo que comienza con las mujeres saliendo de sus casas por la mañana y reuniéndose en plazas de todo el país, de todo el mundo, en una huelga internacional. Sin cuidar, sin consumir, sin trabajar, sin estudiar. Una huelga en la que nos asistimos entre nosotras para resistir las presiones que nos imponen para que regresemos a nuestros hogares. A “nuestros sitios”. Un día tras otro, cantando, clamando, reflexionando, debatiendo. Ajenas a lo que hemos dejado atrás. Ajenas a las protestas de los varones que ahora no tienen más remedio que ocuparse de todo lo que hacíamos. Sentadas, de pie, paseando, charlando. Acogiendo alegres a más y más mujeres de todas las edades que se van sumando. A les niñes de aquellas que no tengan con quién dejarles, a les abueles, a las personas dependientes. Creando una tribu gigante, mundial. Abrigándonos por la noche con mantas y abrazos. Desoyendo el caos, los gritos de quienes no saben qué hacer porque nunca tuvieron que hacerlo. Inflexibles ante cualquier chantaje, decididas a no volver hasta que la charla vacía se convierta en hechos concretos. Hasta que no se reformen las leyes injustas, hasta que no se apliquen, de manera efectiva, políticas de educación en igualdad; hasta que no se deje en paz a nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, nuestra maternidad. Hasta que la violencia contra nosotras, en todas sus manifestaciones, se penalice de verdad, hasta que las fronteras dejen de utilizarse para explotar a nuestras hermanas de otros países, hasta que se demuestre una igualdad entre todas las personas de la Tierra, hasta que se apliquen políticas económicas sostenibles y respetuosas con el planeta, hasta que, en definitiva, las palabras se conviertan en hechos. Ese será el lema: “Queremos las palabras transformadas en hechos”.No consentiremos discursos ni promesas.
Hemos tenido mucha paciencia, durante muchos años, y solamente aceptaremos acciones reales, aplicadas, efectivas. Sólo admitiremos una transformación profunda del sistema. Si no, aquí seguiremos. Viviendo tranquilas, hermanadas, conociéndonos (entre nosotras y a nosotras mismas), relatándonos nuestras experiencias, enseñándonos las unas a las otras. Existiendo sin tener que pensar en nuestro aspecto o en si mañana seguiremos vivas. Enseñándole con nuestro ejemplo a las nuevas generaciones que hay límites que no se pueden traspasar. Que no es normal que a las mujeres se nos mate, se nos viole, se nos culpe y se nos invisibilice. Que lo normal es luchar por lo justo, por lo igualitario, por todas aquellas personas cuyas voces también han sido calladas o acalladas. Que las mujeres no nos rendimos, que somos fuertes, luchadoras y audaces. Que antes de nosotras hubo muchísimas otras que lucharon y que las honramos y además continuamos la lucha por ellas, por nosotras y por las que vendrán.
Sí, será una huelga muy, muy larga, lo que normalmente se llama huelga indefinida. Pero no tenemos prisa. ¿Quién querría dejar un grupo donde nos cuidamos, nos respetamos y nos valoramos para volver a una sociedad que nos desprecia tanto que normaliza nuestras muertes?
Teresa Lozano Martínez, 37 años. Madrid. Blog: www.desamorycolera.wordpress.comInstagram: @desamorycolera
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