Marta nos habla de relaciones de pareja, de la continua comparación entre lo que se considera una relación «perfecta» y lo que uno tiene, y la distancia que se genera.
¿Qué es para ti una relación?
¿Esa relación es de dos o más personas?
¿Qué quieres de ella?
¿Está abierta o cerrada?
¿Qué esperas de ella?
¿Qué ofreces y qué pides?
Igual son muchas preguntas. Entiendo que puede ser abrumador hacerlas cuando estás conociendo a alguien y que puede provocar desde una risa hasta un escalofrío pero esa es la única manera de saber al 100% si -en ese momento- queréis lo mismo.
Matizo lo del momento porque tampoco tenemos que olvidarnos que no somos seres estáticos si no que estamos en constante cambio, evolución. Esto puede hacer que lo que creo querer hoy no tiene porqué ser lo que quiera mañana. Que lo que me sirve hoy, en un futuro se me quede pequeño o, al contrario.
Pero vamos a partir de la base de que en este momento queremos que nuestra relación sea de determinada manera y vamos a poner que eso nos va a durar un tiempo para no entrar en un bucle de locura e hipótesis del que no salir.
¿Cómo podemos saber que la persona -o personas- con la que iniciemos nuestro camino quiere lo mismo? Exacto: preguntando.
Pero volvemos a lo primero, al set de preguntas, a que igual es mucho y a que lo mismo no nos surge de forma natural porque estamos conociendo a alguien y no rellenando una encuesta.
Por eso podemos hacer otra cosa. Olvidarnos de los “deberías”. BOOOM!!
Qué fácil escribirlo. Qué sencillo para ti leerlo e incluso asentir ante ello pero ¿realmente lo es?
Una de las cositas que más me encuentro en mi día a día son personas que basan su nivel de satisfacción con sus relaciones en función de lo que “deberían” ser.
“Deberíamos querer estar todo el tiempo juntes”
“Deberíamos tener X relaciones sexuales al mes”
“Debería gustarnos exactamente lo mismo”
“Deberíamos saber lo que quiere la otra persona en todo momento”
Y ser muy felices todo el rato, que siempre haga buen tiempo, que no haya que trabajar y… ¡ah! perdonad, que pensé que estábamos poniendo una lista de cositas al azar.
Ya sabemos que el amor romántico ha hecho mucho muchísimo daño pero no sólo eso si no todas esas cosas que igual no hemos cuestionado, que damos por hecho y que para algunas personas -¡sorpresa!- no funcionan.
“El sexo es una parte importante en una relación”. Uhmmm… primero habría que definir “sexo”, luego ver cómo lo vive cada persona y luego ya darle la importancia que tenga para ti porque ¿quién soy yo para juzgar qué cantidad tiene que haber en una relación para que sea sana? ¿Quién es nadie para hacerlo?
“Yo estoy feliz, mi pareja también, pero cuando lo contamos nos dicen que eso no es normal, que no es sano, que nuestra relación así no va a durar en el tiempo” -me decía, M. Y yo me pregunto, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que hay tantos tipos de relaciones como de personas? ¿Qué es lo “normal”? ¿Qué es lo “sano”? ¿Es acaso real que el sexo es lo que une a las parejas a lo largo del tiempo? No se vosotres pero yo lo he dejado con personas con las que tenía una relaciones sexuales fantásticas… qué raro.
Y eso es sólo un ejemplo ya que hay muchas cositas que para ti pueden ser importantes y para otra persona no y viceversa.
Porque si seguimos aquello que nos han dicho que “deberíamos” hacer y, sin embargo, no nos sentimos con ello como nos “deberíamos” sentir, nos frustramos. Se crea un conflicto. Y esa distancia que hay entre ambos “debería” se siente como un abismo. Y sentimos que algo no va bien. ¿Eres tú? ¿Soy yo?
No. Es la sociedad. Son las ideas preconcebidas. Son los juicios, las mentes cerradas, la falta de empatía, el miedo a lo diferente, la falta de escucha y la necesidad de control.
Por eso te animo a que seas tú quien responde a las preguntas del principio. Para que valores lo que quieres y lo que no, para que te desprendas de muchas de esas ideas que nos han vendido -publicidad, cine, tv, entorno- y que a lo mejor a ti no te dicen nada. Y que no empieces tu relación con un corsé que te aprieta y que tú no has elegido.
Para dejarte sentir, fluir y no juzgar lo que vives por cómo se ve desde fuera si no cómo se siente desde dentro.
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