Sin cuerpo no transitaríamos igual está vida, por eso está bien quererlo y agradecerle todo por lo que es y nos permite vivir
Queremos nuestro cuerpo esbelto, sin estrías, sin marcas, de la medida «perfecta» de altura y con una simetría que hiciese las delicias del mismísimo Kubrick.
Vemos el cuerpo modelo de revista y pensamos en las mil maneras que tendríamos de acercarnos a ese ideal.
O, si no quieres pensarlas, ya se preocuparán de hacértelas llegar.
Y mientras tanto lanzamos un mensaje claro a nuestro propio cuerpo: no me gustas.
Querido cuerpo, tienes que ser más bla bla bla y surge una lista de cositas en las que debería mejorar.
Que cansado, ¿no?
Al final nuestro cuerpo es nuestro hogar en este mundo. Nos permite sentir, andar, escribir, ver, degustar, oler, etc. en la mayoría de los casos.
Es un cuerpo que nos acompaña y nos protege y que durante mucho tiempo puede haber recibido tan sólo quejas y malas miradas.
Y es normal que estar a gusto en nuestra propia piel se convierta en una odisea cuando la sociedad te da las medidas exactas en las que puedes permitir a tu cuerpo realmente ser.
Cuando nos marcan el espacio exacto que tenemos que ocupar. Ni más ni menos.
Esa persona no tiene cuerpo como para ponerse unos pantalones cortos, si no tienes las piernas largas no debes ponerte un vestido largo, depende del tamaño de tu pecho se verá mejor o peor que no lleves sujetador y sea como sea, que no se marquen los pezones. Si no estás delgada, cúbrete con un saco que no marque nada, si lo estás, come algo que es lo que te falta, si eres morena, no te pongas… ¡argh! ¡qué hartazgo, por favor!
Y mientras nuestro cuerpo ahí paciente. Con su historia, sus marcas, sus lunares que dibujan constelaciones, sus manchas, cicatrices… su vida. Tu vida.
Por eso lo que quiero pedirte es que le dediques un ratito al cuerpo cada día. No para ver qué características no cumples según la heteronormatividad si no para agradecerle 3 cosas que hayas vivido gracias a él ese día.
Cómo te ha ayudado a correr bajo la tormenta para no empaparte, cómo has disfrutado del sabor de esa comida, cómo te ha permitido sentir esa caricia…
Dale las gracias.
Date las gracias.
Y empieza a apreciar(te)le y querer(te)le como lo que es: tu vehículo en la vida. Una maravilla.
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Aquí puedes leer uno de los primeros artículos que escribí en Proyecto Kahlo hablando de cuando los complejos que tenemos se cuelan en la cama. Por si es algo que necesitas leer ahora 😉
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