Sonia Delaunay es una de las pintoras más importantes del siglo XX, muchas veces olvidada a la sombra de su marido el pintor Robert Delaunay. Símbolo de una época y de las vanguardias, Sonia se merece un gran lugar en la historia.
Colores vivos, formas geométricas. Un paisaje deconstruido y un sueño puesto en imágenes. La vida de Sonia Delaunay es tan colorida como cada una de sus obras. Su aporte a la cultura occidental no tiene sólo que ver con sus bellas e infinitas creaciones sino con el legado que como mujer nos deja para la posteridad: que nunca te encasillen porque a los límites hay que saber siempre escapárseles.
De las frías tierras rusas hasta construir un mundo de cálidos colores
Nacida en 1885 en la pequeña ciudad de Hradyzk (actual Ucrania pero por aquel entonces parte del Imperio Ruso), Sara Illinitchna Stern fue adoptada a sus cinco años de edad por su tío, Henri Terk, quien le cambiaría el nombre a Sonia Terk y la llevaría a vivir con el resto de su familia a San Petersburgo. Así, se le aseguraría a la joven Sonia un pasar económico mucho más acomodado y cosmopolita que su familia original. Sonia Terk accedería entonces a viajes por toda Europa y entraría rápidamente en contacto con el mundo del arte.
Desde muy joven, en su adolescencia, demostró habilidades para el dibujo y la pintura y esto, en el seno de una familia con acceso a diferentes áreas de la cultura, le facilitó estudiar en Alemania primero y en Francia luego para perfeccionar su estilo. Su estadía en París la llevó a descubrir con especial interés las vanguardias artísticas que para los primeras décadas de 1900 comenzaban a marcar el camino del arte moderno: el post-impresionismo, el cubismo, el fauvismo. En el año 1908 se casaría por conveniencia con un encumbrado vendedor de arte alemán, Willhelm Ude, a quien tal unión también beneficiaría para poder ocultar su homosexualidad. Este matrimonio le daría a la joven Sonia la posibilidad de exponer algunos de sus primeros trabajos y lentamente empezar a hacerse un nombre en un mundo muy dinámico.
Tan sólo un año después de esa fecha, en 1909, conocería a quien sería su compañero de vida definitivo: Robert Delaunay. Este joven artista de origen francés se enamoraría prontamente de Sonia y ambos se casarían en 1910 para recibir a su hijo Charles tan sólo un año más tarde. La pareja de artistas comenzaría así un interesante y muy rico recorrido de crecimiento mutuo, pudiéndose dedicar de lleno al trabajo artístico y a descubrir cada une a su modo su estilo personal. Sin embargo, también trabajaron juntes en muchas obras en las que se hace difícil determinar el aporte de cada une debido a la simbiosis de estilos que habían logrado.
De Robert diría décadas más tarde en una retrospectiva sobre su obra:
Me conquistó el poeta que llevaba dentro, el visionario, el luchador».
Les dos pintores fueron creadores junto a otres artistas de la época de la escuela vanguardista conocida como Orfismo, aquella que se interesó por la representación abstracta de colores primarios y formas geométricas en la búsqueda de contar sueños e imágenes que formaran parte de la imaginación.
Una artista sin límites en una sociedad aún dominada por el ego masculino
Sonia Delaunay se convertiría con el correr de los años y del tiempo en una artista de gran capacidad. Su pasión por las formas geométricas y la combinación infinita de tonos la llevó a salirse de los límites del arte pictórico. Así, se permitió descubrir desde joven el trabajo con telas, textiles, muebles, artes decorativas de todo tipo.
Incluso luego de la muerte de Robert en 1941 continuó su búsqueda de nuevos espacios y soportes. En toda su carrera trabajó con diferentes artistas (como por ejemplo cuando ilustró el poema de Blaise Cendrars titulado «La prosa del transiberiano y de la pequeña Jeanne de Francia» del cual puedes conocer más en este link), realizó vestuarios para películas, diseño textiles y hasta imprimió su estilo en soportes inimaginables como autos, joyería, etc.
Sus creaciones serían expuestas en numerosas ocasiones en diferentes galerías de renombre y su interés por exceder los soportes tradicionales del arte (incluso de las primeras vanguardias del siglo XX todavía muy atadas al lienzo) le ganarían reconocimiento en muchas áreas del arte y la cultura.
Sin embargo, la eterna paradoja del patriarcado haría que su trabajo siempre se viera menos reconocido que el de su marido, apareciendo su figura por mucho tiempo a la sombra de este. Consciente de esta diferencia, Sonia protestaba y luchaba por hacerse de su propio lugar en el mundo del arte. Esto fue posible recién después de la muerte de su marido y mucho más luego de su propio fallecimiento en 1979, momento a partir del cual su obra se comenzó a revisitar más directamente.
En el año 1964 Sonia Delaunay se convertiría en la primer mujer viva de la historia que contara con una exhibición propia en el Museo del Louvre. Once años después, en 1975 se le concedería el ingreso a la Legión Francesa de Honor, un lugar al que (como imaginamos) no muchas mujeres habían llegado para aquel entonces.
El legado de Sonia Delaunay Terk nos permite acercarnos mucho más a la idea de trascender, romper los límites que la sociedad nos quiere imponer. En un momento de la historia en la cada una de nosotras puede usar su voz para contribuir a la transformación de este mundo, tomar el ejemplo de Sonia, animarse siempre a más y romper con todas las cadenas que busquen silenciarnos aparece siempre como una oportunidad esperanzadora.
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