En un mes dedicado a la magia que no apareciesen las brujas por aquí era sencillamente imposible.
No sé cómo he aparecido aquí. No entiendo nada y me está dejando un poco loca que mis pensamientos estén apareciendo en palabras escritas a medida que se suceden en mi cabeza.
¿Hola? ¿Me lees? ¿Hay alguien ahí?
Uy! Ya te veo. Encantada de saludarte.
Entiendo todos los idiomas y siento que soy parte de una pero a la vez parte de todas.
Lo último que sentí antes de aparecer aquí fue el frío del agua recorriendo todo mi cuerpo y adueñándose de mi voz y mi respiración. Tengo un regusto salado que aún no me ha abandonado. Recuerdo pensar que al menos no era fuego. Eso tenía que ser peor.
Empiezan a venir imágenes a la cabeza. Recuerdos. De mi vida y de otras vidas.
Nos llamaban brujas.
Por saber leer los cielos y entender si el viento traería lluvia o no.
Por aprovechar los elementos que encontrábamos en la tierra para crear soluciones a dolores y males.
Nos creían poseídas cuando mostrábamos ira y, cuando se enamoraban de nosotras y no era correspondido, aclamaban que habíamos utilizado algún tipo de encantamiento. Creo que ahora a eso le llamas ego herido o frágil masculinidad.
Llegaron con símbolos a callarnos e intentar adiestrarnos. A castigarnos. A dominarnos y, si no lo conseguían, a matarnos.
Nos transformaron en las culpables de todo, desde una mala cosecha, a una sequía o el hundimiento de un barco.
He muerto en la hoguera, apaleada o por no superar la prueba del agua. Si no sabes cual es yo te la cuento. Nos desnudaban, ataban a un palo o una cuerda y nos sumergían en el mar. Y ahí llegaba la trampa: tenías 2 opciones flotar intentando respirar o hundirte. Si flotabas o intentabas escapar se consideraba que eras una bruja ya que, estar del lado del diablo te impedía hundirte -debe ser que el demonio es insumergible cual trozo de corcho- y te sacaban para llevarte a la hoguera. Pero ¿y si no podías permanecer a flote y te hundías? Eso indicaba que no eras una bruja, que eras inocente y te sacaban del agua. ¡Bien! Pero, casi siempre era demasiado tarde porque claro, “hay que esperar un tiempo a ver si se hunde de verdad, no vaya a ser que flote y esté disimulando”. ¡Ups!
Miro para tras y veo mi vida y la de tantas otras, como si el paso hacia “el otro lado” nos hubiese unido. Somos energía. Energía de lucha, de defensa de lo que conocemos, de nuestra sabiduría y nuestra voz.
Crearon la caza de brujas porque nos temían y no nos podían controlar.
Ahora también nos temen.
Pero no nos llaman brujas sino mujeres.
Lo que se les olvida es que juntas somos más fuertes.
Juntas hacemos magia, compañeras.
¡Qué empiece el aquelarre!
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El texto está inspirado por el libro “Vardø. La isla de las mujeres”. Una novela en la que la poeta y novelista británica Kiran Millwood Hargrave, nos acerca a la historia real que se vivió en ese municipio de Noruega.
En la noche del 24 de diciembre de 1617, hubo una gran tormenta que acabó con la vida de todos los hombres de Vardø. Con todos. Poco a poco la vida allí fue cambiando para terminar con una salvaje cacería de brujas en 1621.
Lo que hace Millwood es acercarnos a la tormenta, a esas mujeres que vieron al mar tragarse a todos los hombres, a la adquisición de nuevas costumbres -ellas no tenían permitido salir a pescar, por ejemplo, pero a falta de hombres… cualquier excusa es buena-, a la llegada de los cristianos intentando acabar con lo que consideraban pagano. Recrea como pudo ser esa existencia, sus vivencias.
Cómo fue ser “bruja” o, mejor dicho, ser mujer en ese momento y lugar.
Os la recomiendo.
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