Entre el rechazo y el deseo de ser madre, ¿cómo habitar la duda?

Ser o no ser madre, esa es la cuestión. Julia sabe que la respuesta no siempre es fácil y que no siempre se tiene claro y por eso este artículo puede ayudar con esa duda.

opción no maternidad
Ilustración de Sdraswi

Recuerdo a una amiga, cuando ambas teníamos unos 10 años, llorando frente al televisor en un momento en que un parto aparecía en pantalla. Era la hora de la siesta en el cortijo, los grillos chillaban, los adultos dormían. Desconsolada y anegada en lágrimas, ella observaba al bebé abrirse paso entre la carne de la parturienta y agobiada repetía: “yo nunca quiero tener bebés, nunca, nunca quiero ser madre”.

Ya de vuelta en la ciudad, tras las vacaciones estivales y amarradas de nuevo a los ritmos rutinarios, mi amiga pareció olvidarse de aquel episodio y entonces retomamos nuestros juegos y volvimos a convertirnos en mamás de bebés plasticosos que nos exigían comida y cuidados constantes. Esta ambivalencia puede ser un buen ejemplo de las fuerzas que, como mujeres, nos obligan a pensar la maternidad, queramos o no ser madres, desde edades muy tempranas.

Las cifras también hablan; tanto las que reflejan el aumento de la edad media a la que las mujeres en el estado español (y también a nivel global) tienen descendencia, como las que indican que aproximadamente el 30% de las mujeres nacidas después de 1970 no tendrán hijos (porcentaje mucho más alto que en generaciones anteriores). Sin embargo, este tipo de cálculos suelen dejar fuera la complejidad de experiencias en torno a la maternidad que vivimos las mujeres: desde la maternidad frustrada por situaciones fisiológicas o económicas hasta el deseo firme y sin grietas de no convertirnos en madres.

La no maternidad como opción plausible

Las mujeres tenemos menos hijes ahora que hace escasos 50 años. “El vientre vacío”, estupendo ensayo de Noemí López Trujillo, indaga en esta situación gracias a los testimonios de mujeres con dificultades a la hora de ser madres. El relato atiende a factores sociales, económicos, estructurales, para dar luz a la innegable influencia del capitalismo sobre nuestros cuerpos y proyectos vitales. Lo que ocurre a las mujeres que no se convierten en madres a pesar del deseo es doloroso y complejo, y el libro logra articular las condiciones sociales y económicas con los efectos reales, palpables, en las vidas de muchas mujeres.

Otro ejemplo de acercamiento a la maternidad alejado de la edulcoración es la revista Mamagazine. Como expresan en su manifiesto, la maternidad “es un viaje salvaje que comienza, casi siempre, con uno de los sucesos más brutales de la vida: un parto. Ahí se unen lo antropocéntrico, lo biológico, lo cultural, lo mágico y lo místico”. Desde una perspectiva que huye de los reduccionismos, la publicación da voz y espacio a muy diversos relatos en torno a la maternidad -y la paternidad- que dejan un enorme sentimiento de entendimiento, de escucha, que ayuda a entender la maternidad como algo mucho más complejo que el mero hecho de dar a luz a una criatura. 

Y en este viaje, es imprescindible hacer una parada en las no madres. De hecho, aunque sean anecdóticas en números, existen las mujeres que se esterilizan voluntariamente mediante métodos quirúrgicos para asegurarse de no tener hijes. Algo que en los hombres es muy común (la vasectomía), adquiere un cariz totalmente distinto si concierne a las mujeres. Me aventuro a afirmar que esta dificultad a la hora de entender que una mujer en edad fértil desee esterilizarse, está relacionada con nuestro entendimiento sociocultural de la maternidad.

Como explica Rosa Montero en esta columna,los profundos estereotipos de género siguen pesando como bolas de plomo en nuestro cerebro y (…), muy al fondo, se sigue creyendo que la mujer que no es madre no es del todo mujer”. 

La duda en torno a la maternidad y la posibilidad de habitarla

Deseemos o no quedarnos embarazadas o ser madres adoptivas, existen entre ambas posibilidades una multitud de experiencias, prácticas y situaciones que profundizan y humanizan la noción de maternidad. La maternidad no es una teoría ni una realidad estanca, cerrada y bien atada. En todo caso la maternidad es una más entre tantas posibilidades y trayectorias vitales. Mudanzas, pérdidas, fracasos, aventuras, ascensos, oportunidades, países y lenguajes. La maternidad es una especie de sombra cuyos alargados dedos toquetean nuestras existencias. Lo que derive de ese contacto dependerá de muchísimos factores que no pueden ni deben quedar reducidos al mero hecho de querer o no ser madre. 

Aquí hablo desde mi propia experiencia para recordar que a mí me ha hecho sentir especialmente bien contemplar realidades radicalmente distintas. Leer sobre mujeres que se esterilizan voluntariamente, escuchar a mujeres que decididamente no desean ser madres, leer a otras que aunque no tuvieron hijos y les hubiera gustado tenerlos, se niegan a meter el arrepentimiento en sus discursos, con la carga negativa, de culpabilidad y pérdida, que ello conllevaría. 

Creo firmemente que generar espacios para contarnos como mujeres o cuerpos gestantes desde nuestras relaciones con la idea de la maternidad puede ayudarnos a abrir el debate. Necesitamos salir de ese cuento de hadas falso y dañino de la maternidad como instinto para repensar la maternidad como opción pero nunca como destino. Ninguna mujer es más o menos mujer por ser madre o no serlo, al igual que ninguna mujer es más o menos mujer por tener coño o no tenerlo

La naturaleza es maravillosa y el hecho de que los cuerpos con útero puedan alumbrar vida también. Pero la cultura y sus relatos son perniciosos en ocasiones, dulcificando y naturalizando situaciones que ya no pueden ser pensadas desde la mera biología. Como cuerpos sintientes y pensantes, es urgente que nuestras historias particulares sean atendidas. Más aún si se trata de nuestros pensamientos y emociones en torno a una elección tan íntima como es la de desear firmemente, rechazar o no tener ni idea de si una quiere ser madre. 

No sé si quiero ser madre, no tengo claro si en algún momento me embargará este deseo y mi situación me permitirá satisfacerlo. Tampoco sé si llegaré a los 60 sin haberlo deseado, consciente y segura de haber elegido no tener hijes. Ocurra lo que ocurra, lo que sí tengo claro es que no quiero sentir que quedé incompleta si finalmente no soy madre (gestante o adoptiva).

Me gustaría pensar que cada vez más tendremos acceso a testimonios y narrativas diversas que hablen de la maternidad sin florituras, sin trampas, sin lugares comunes o estereotipos. Como elocuentemente expresa Rosa Montero “aunque tener hijos debe de ser una experiencia formidable, yo me siento tan completa o tan incompleta como cualquier persona”. Y a fin de cuentas ese debería ser nuestro último deseo, sentirnos creadoras de vida -en su más amplio sentido-, humanas y falibles, con hijes o sin elles.

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