Un Frida nos envía un interesantísimo texto sobre la feminización de la pobreza.
Que España está sumergida en una profunda crisis económica es una realidad innegable a pesar de que muchxs intenten convencernos de lo contrario. Que la economía es cíclica y no es la primera que sacude fuertemente la economía mundial también lo sabemos. Lo que muchxs saben pero no dicen es que las crisis económicas tienen rostro de mujer y que la feminización de la pobreza es un fenómeno social pendiente en la agenda institucional de este país.
Si bien desde los principios del capitalismo las teorías económicas se centraron en analizar este nuevo orden económico mundial y su repercusión, las teorías que nos vienen ofreciendo sobre el funcionamiento de la economía están sesgadas. Desde la brillante obra de Marx sobre el capital hasta las teorías neoliberales más recientes se han olvidado de analizar la relación entre capitalismo y patriarcado así como las relaciones de poder entre los géneros dentro de las diferentes clases sociales. No podemos hablar de clase obrera sin tener en cuenta las desigualdades de género dentro de la misma ni obtener una teoría completa sin analizar la doble discriminación que sufren las mujeres.
Si bien Marx analizó la economía capitalista apoyándose como punto de referencia en la clase obrera y la necesidad del sistema de poseer los medios de producción para generar una plusvalía a partir de la fuerza de trabajo, fue el mismo quien desde los inicios obvió que esa fuerza de trabajo necesita indispensablemente un trabajo “doméstico” para reproducirse.
Los trabajadores gozan de una buena capacidad para el trabajo porque se les suministra desde el espacio privado parte del mismo ya hecho. Son las mujeres las que a lo largo de la historia se han ocupado del mantenimiento de la fuerza de trabajo para el capitalismo. Y lo han hecho porque el sistema capitalismo-patriarcado ha matado dos pájaros de un tiro; la unión de ambos sistemas se ha apoyado en una división sexual del trabajo que a su vez ha definido claramente el concepto de trabajo bajo una lógica androcentrista dejando al margen del sistema reconocido a la mitad de la humanidad.
La otra cara de la moneda es que cuando el sistema ha necesitado de la inmersión de mano de obra femenina se nos han abierto los accesos a un mercado laboral con unas condiciones desiguales. La mujer ha accedido a un mercado laboral creado única y exclusivamente para los hombres donde las condiciones del juego son distintas entre géneros.
En tiempos de crisis vemos como miles de mujeres vuelven al espacio privado debido a faltas de oportunidades, escasez de recursos o diversos factores. La precarización del empleo ha generado una capacidad económica inferior que sumado a que las mujeres ocupan – en un porcentaje muy superior a los hombres- empleos precarios, parciales e intermitentes, nos da como resultado que las tasas de mujeres que vuelven a desempeñar tareas de cuidados se han disparado en los últimos años. De esta forma el mercado no solo se beneficia laboralmente sino que además, el trabajo de cuidados realizado por las mujeres está suponiendo un ahorro millonario al estado ya que sus competencias están siendo desarrolladas de forma gratuita.
Que las mujeres han asumido de forma mayoritaria las tareas de cuidados es una realidad innegable y eso a pesar de su inmersión en el mercado laboral. La otra cara de la moneda es que en tiempos de crisis vemos como la doble jornada femenina se refuerza ante dificultades económicas generadas a partir de recortes sociales, que nos devuelven a una reprivatización del cuidado basado en la solidaridad familiar, y que curiosamente, recae únicamente sobre nosotras. La solidaridad familiar de nuevo como en épocas pasadas parece ser obligación de la figura femenina, y en pocos casos el ámbito privado se presenta como un terreno conciliador y mucho menos co-responsable.
Negar esto es un insulto a todas nosotras. Las mujeres hemos accedido al mercado laboral; cierto. Pero hemos pagado un precio doble en relación a los hombres ya que mientras el poder adquisitivo familiar ha aumentado gracias a ellas, el ámbito privado ha seguido recayendo en las mujeres de forma que su incursión en el mercado laboral más que una liberación ha supuesta una explotación laboral traducida en una doble jornada inacabable y gratuita.
España es el segundo país con más paro femenino de Europa. La diferencia entre lo que gana una mujer y un hombre desarrollando un empleo en las mismas condiciones es superior para las figuras masculinas en un 23.93% aproximadamente, así como que tres de cada cuatro trabajadores/as con un contrato de tiempo parcial son mujeres que no llegan, según las estadísticas, a salarios anuales superiores a 11000 euros. Siguiendo estos datos podemos hacernos a simple vista una idea de la repercusión que tienen estas cifras por ejemplo en el derecho a una jubilación digna.
Es cierto que la crisis ha sido un duro golpe a las economías familiares en España. Pero también es cierto que el impacto que tiene en cuanto al género no es equivalente entre los mismos. Colocar a las mujeres en una posición laboral precaria, inestable y temporal es obligarlas a elegir entre el trabajo remunerado y el no remunerado como consecuencia de los recortes en servicios sociales. Obligarlas a asumir las tareas reproductivas dentro del núcleo familiar de forma unilateral tanto por parte del estado como del género masculino es violencia. Violencia institucional, social y económica.
Y hasta que no entendamos esto, España seguirá siendo un país suspenso en materia de igualdad.
Marta Guerrero (31), Zaragoza ( España).
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