Después de la sentencia a los tíos de La Manada, parece urgente volver a hablar de consentimiento y de cómo de sencillo podría resultar entender qué lo es y qué no.
He leído muchas veces que el deseo y la sexualidad son terrenos oscuros en que el consentimiento puede no quedar bien delimitado. Yo creo que ésto es cierto y que, justamente por eso, el consentimiento debería ser la linterna que alumbrase las zonas en sombra de nuestro deseo.
El *NoSignificaNo (o NoEsNo) tiene un poder de convencimiento imbatible. Lo que expone es tan sencillo como que si alguien pronuncia que NO quiere que algo suceda, deberemos hacer caso de esa advertencia.
Pero, ¿qué ocurre cuando no se pronuncia ese NO? Ése es el verdadero terreno pantanoso de la sexualidad. ¿Cómo combatirlo, cómo adentrarse en él sin salir mal parada?
Aquí llegaría el *SíSignificaSí, un giro que delimita el consentimiento a todo aquello que hemos hablado, pactado y negociado. Algunos lo llamarán la muerte del deseo, el asesinato de la espontaneidad, el fin del atrevimiento. Sin embargo, teniendo en cuenta que la oscuridad en el terreno sexual nos puede llevar a lugares horribles, ¿por qué no empezar a trabajar en nuestra capacidad para expresar lo que SÍ deseamos?
Además de ser capaces de decir que no, deberíamos plantear el consentimiento como un acto entusiasta, corroborado, disfrutón y reversible, en todo momento.
Si el consentimiento pasa a ser sencilla (y complejamente a la vez) todo aquello que verdaderamente deseamos, quizás no tengamos que vernos expuestas a juicios que cuestionen si nos hemos resistido lo suficiente en una violación.
Permanecer callada, estar borracha, sufrir de aburrimiento, no decir no, decir sí pero a los cinco minutos decir que ya no… esas también son señales de que algo no va bien. No solamente gritar, patalear, arañar, morder o pegar. Si notas extrañeza, duda, incomprensión o pasividad, algo no está yendo bien.
Nuestra sexualidad nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. Es un maravilloso terreno a explorar, en solitario y de manera compartida. El placer sexual no se limita a nuestro cuerpo; incluye también nuestro pensamiento, nuestro deseo, nuestra imaginación. El sexo también es lúdico, experimental. Si una relación sexual no se ha disfrutado (y no me refiero aquí al mero hecho de alcanzar un orgasmo o no), es que algo ha ido mal.
Yo si te creo. Porque muchas veces mi silencio también se ha interpretado como consentimiento y me he visto en situaciones feas. Y me he sentido atrapada sin saber muy bien qué hacer, incómoda y utilizada. Y no he sido capaz de pronunciar palabra, paralizada por la impotencia y el miedo.
Porque vivimos en una sociedad que nos enseña películas y nos relata cuentos donde se dulcifican situaciones abusivas, dándoles tintes de amor y pasión.
Volvamos la vista a esos tíos que no entienden el consentimiento más que como su propio deseo. Giremos los ojos hacia esos hombres que, haciendo gala de su masculinidad tóxica, pasan por encima del deseo de otra persona para lograr placer. Hablemos de esos hombres que someten, que ningunean, que cierran su cuerpo y se olvidan de conectar con el cuerpo que tienen delante. Que reducen una relación sexual a su puto ombligo.
Cuando ésos aprendan que lo que hacen es violento, la cosa podrá empezar a cambiar. Si una sentencia judicial determina que no hubo violación en un caso como el de La Manada, el mensaje que se lanza es claro: mientras no diga que NO, tú sigue, sin problema… que aquí está la justicia patriarcal para ampararte.
Nuestro cuerpo es nuestro, para el disfrute también. Y lo gritaremos sin descanso.
Y dan ganas de llevar siempre gas pimienta, pero acompañado de unas buenas tijeras. A ver si así se considera que nos resistimos lo suficiente.
El magistrado comenta así: «No consta acreditado que la denunciante durante las referidas relaciones sexuales se encontrase en una situación de ‘shock’ o bloqueo que le hubiese impedido comunicar a los cinco acusados, si así lo hubiese querido, que su deseo era el de no mantenerlas».
Pues bueno, yo me bajo del mundo, caballero. Cómo puedes ponerte en la piel de alguien hasta saber que no estaba en shock. Porque además, cuando alguien está en estado de shock aparece un cartel encima de la persona en cuestión donde pone shock, ¿no es así?. Para que gente tan necia como tú lo tenga claro.
Por otro lado, qué bien que la rabia y la indignación se canalicen, salgan a la calle y sean compartidas. Nosotras somos manada.
**(Las palabras del magistrado las he extraído de una noticia de eldiario.es que podéis leer aquí: https://www.eldiario.es/norte/navarra/politica/Ricardo-Gonzalez-juez-mal-considerado_0_765024639.html)
2 Comentarios
concuerdo con tu opinión pedro! Curioso.
«Pero, ¿qué ocurre cuando no se pronuncia ese NO? Ése es el verdadero terreno pantanoso de la sexualidad»
Pues eso.