Victoria entrevista a Carolina que nos acerca a UTT, una organización nacional de familias pequeño productoras y campesinas que se organizan, trabajan y luchan diariamente por construir otra realidad.
Atravesamos el segundo año de una pandemia con casi 3 millones de muertes y 135 millones de enfermes en todo el mundo, pero todavía tenemos muchas preguntas.
Por ejemplo, por qué lo que comemos que solía ser sinónimo de salud y medicina, hoy es primer eslabón de una cadena viciosa de explotación, contaminación y multiplicación de virus cada vez más poderosos. Es la misma cadena que empobrece, esclaviza y mata a las mujeres. Así es: el capitalismo extractivista y el patriarcado son formas de la misma cosa.
¿Es posible volver a las bases? ¿Podemos sanar la tierra sin perder todo en el camino? ¿Qué rol jugamos las mujeres en este capítulo de la revolución alimentaria? ¿Podremos?
Charlamos con Carolina, referente de la Unión de Les Trabajadores de la Tierra y una de las mujeres que está poniendo en uso los saberes ancestrales para alimentar, curar y recuperar (en especial a otras mujeres).
1. ¿Cómo es un día en tu vida?
Te levantás a las 5am, escardillar [sacarle el pasto a la verdura], regás, hacés la carga de vegetales dependiendo de cuánto te pidan, volvés a casa, cocinás para tus hijos, lavás rompa y limpiás, volvés a la quinta. Y así todo el día para producir alimento sano.
2. ¿Qué son las plantas medicinales?
Para mí fueron recuperar la autonomía. Yo soy una compañera recuperada por la UTT después de la violencia física, social, psicológica y económica. Con un grupo de mujeres veníamos trabajando hace tres años produciendo plantas medicinales, y a partir de este proyecto conseguí la autonomía económica para poder darles a mis hijos todo lo que necesitan y todo lo que anhelé mucho tiempo.
3. ¿Por qué creés que dejamos de tener en cuenta la medicina natural?
Porque las multinacionales se metieron en el campo y la ciudad. Yo soy hija de un médico de campo, que curaba con medicina casera, que nunca fue a una farmacia a comprarme algo para el dolor de estómago o de cabeza. Pero empezamos a guardarnos eso por miedo y por vergüenza a la sociedad; si sabés algo ancestral, si decis que los yuyos te curan te trataban de bruja o brujo. Entonces pusimos todo debajo del tapete.
Es algo que debemos re-aprender porque también es cuidar la tierra. Y si la tierra da vida y el yuyo crece en la tierra y lo tomás, es medicina para tu cuerpo. La tierra da alimento y medicina.
4. Contame acerca del recetario que crearon con las mujeres de UTT
Es un recetario en el que reunimos todas las medicinas que sabemos y que veníamos guardando. Empezamos con un taller de reconocimiento de plantitas sanadoras en el Parque Pereyra Iraola (La Plata): íbamos por la calle y las compañeras decían que no sabían nada, pero a medida que hablábamos recordaban el saber de sus abuelas. Y así hicimos el recetario colectivo. Hacemos tinturas madres (extracto de la planta), sahumos y yuyos secos. Además, creamos el primer refugio de la mujer del campo, en donde hacemos talleres, microemprendimientos y cuidamos de las mujeres recuperadas.
5. Hablaste de violencias. ¿Qué tipo de violencia sufriste?
Todas. Física, psicológica, verbal. Me trataron de “puta” y de otras palabras que no sé si podría decir. Cuando me separé del papá de mis hijos me trató de puta porque “tenía otro macho”. No sólo fueron los golpes de mi compañero, también de la sociedad que te hunde porque sos del campo, y era el tiempo en el que nadie se separaba.
Para mí fue una batalla en la pobreza, mis hijos no tenían para comer ni un espacio para vivir y no tuve la contención que necesitaba porque mis compañeras me daban vuelta la cara: “No te juntes conmigo, mi marido me dijo que te separaste porque eras una puta”.
Me quedé sola con mi hijito, que era el único que me escuchaba.
Cuando llegué a la UTT tenía otra pareja, volví a apostar al amor y a la vida. Pero también me golpeaba y le gustaba el alcohol. A veces me corría con piedras. Si tenés muchos hijos y te separás pasás a ser una “perra”.
Hace 5 años conocí a Rosalía, la compañera que me ayudó a salir de esas violencias. La más fea es la de la sociedad porque una se achica cada vez más. Y también existía la violencia de la mujer: no me querían dar trabajo porque temían que les quitara los maridos. Gracias a Dios hoy estoy bien y seguimos luchando. Eso fue lo primero que recibí: la recuperación después de la violencia económica.
6. ¿Cómo se creó el espacio de la mujer en la UTT?
Hace cinco años y medio atrás empezamos como promotoras de salud: les sacábamos turnos a las compañeras si necesitaban ver a la doctora, si se querían cuidar les llevábamos la pastilla, les hacíamos los trámites de ANSES. Las compañeras nos empezaron a llamar a las casas, nos abrían las puertas y nos contaban sus problemas.
Después ocurrió el caso de Meri Segovia que fue brutalmente golpeada por su compañero. Ahí dijimos “basta” y se armó la Secretaría más fuerte, empezamos a crecer más y a dar talleres en las bases [la UTT tiene 50 bases y cada una puede tener entre 150 y 300 personas]. Cuando dábamos los talleres las mujeres tenían miedo de hablar, pero contábamos nuestra experiencia, hablábamos de nuestros derechos, y después nos esperaban en la ruta para poder hablar con nosotras.
En los últimos años nos capacitamos en la facultad y hoy pasamos de ser cuatro a 250 compañeras en 17 provincias.
7. ¿Qué acompañamiento se brinda a las mujeres?
La compañera nos llama, la escuchamos, la acompañamos a hacer la denuncia si quiere, vamos a buscar las cosas si lo necesita. Antes yo me las traía a mi casa, aunque me daba pena porque a veces se sentían incómodas.
Si hubiésemos tenido un lugar en ese momento Lucia Correa estaría viva, pero fue asesinada con un tiro en el estómago. Ella volvió con él porque no encontró donde estar.
Después de eso peleamos por un refugio para las compañeras. Pensamos de donde sacar el dinero, hicimos kermesses y hoy tenemos nuestro primer refugio como institución. La inauguración fue muy linda porque va a salvar muchas vidas.
Nos lo tendría que haber dado el Estado, pero en el sector no hay políticas públicas…
8. ¿Qué aprendiste en este tiempo?
A empoderarme como mujer, a ser libre, a decidir por mí, a ser compañera que es algo que no tuve cuando me separé. Hoy en día si una compañera necesita de mi apoyo le doy la mano y todo lo que necesite.
9. ¿Creés que van a cambiar las cosas?
Sí creo. Si seguimos implementando la agroecología vamos a dejar de depender de las multinacionales, no sólo en el campo sino en la salud. Y vamos a seguir trabajando para que tomen conciencia de la sabiduría ancestral para la salud de muchos. Vale la pena.
10. ¿Nos compartís una receta de sabiduría ancestral?
En tiempos de COVID recomendamos la artemisa annua, porque levanta las defensas y ayuda contra las infecciones urinarias. Se puede tomar antes de ir a trabajar en té de infusión y cuando volvés. También té de carqueja para el dolor de estómago o problemas de hígado. Como no podemos llevar una bolsa de yuyos en la cartera llevamos la tintura madre. 🙂
11. ¿Cómo podemos sumarnos?
Todo lo que se vende en los nodos de la UTT ayuda a las mujeres de la Plata y al refugio. Cada provincia aporta algo y todas las compañeras que hacen cosas aportan un poquito a La Secre para ayudar a muchas más compañeras. Cada cosita que compra una compañera o un compañero en la ciudad es algo muy grande, aporta a la lucha de la mujer campesina.
12. ¿Magia o sabiduría?
Hay magia en el grupo, porque cada una tenemos un poquito de sabiduría, y la sabiduría ancestral es algo de magia que se metió entre nuestras mujeres. Somos esas brujitas que quisieron desaparecer hace mucho tiempo.
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Mi nombre es María Carolina Rodríguez, soy promotora y referente de género a nivel nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), mamá de seis hijos, productora del cordón hortícola de La Plata hace ocho años y compañera de la base La Primavera. Durante muchos años no practicaba la sabiduría ancestral, pero hoy volví a nacer.
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