Paulina nos recuerda la figura de Carlota, emperatriz de México. Esta importante mujer en la historia de Latinoamérica fue siempre tratada de loca, de inmadura mental. Pero aquí vale su reivindicación a su valentía, determinación y coraje.
La nave va en los mares
botando cual pelota.
Adiós, mamá Carlota,
adiós, mi tierno amor.
Esa rima, nos cuenta Gustavo Vázquez Lozano (autor del libro «60 años de soledad»), se cantó durante décadas desde el momento de la partida de la emperatriz en el puerto de Veracruz, México. Está plasmada en su libro sobre la vida de Carlota.
La historia cuenta que Carlota de Habsburgo emperatriz de México “se volvió loca.” Muches dicen que esto sucedió cuando su marido, Maximiliano de Habsburgo, fue fusilado por los republicanos después de un brevísimo reinado en México. Este duró de 1864 a 1867, fecha en que fue asesinado. Pero, ¿quién era Carlota? Y ¿qué pasó en ese período de la historia y después de salir de México rumbo a Europa en 1866?
Para entender la historia de quien perdió rey y reino al mismo tiempo, hay que saber lo siguiente:
Maximiliano y Carlota vivían en su palacio en Europa una vida tranquila hasta que fueron convencides de ir a México para reinar sobre esas tierras. Este era un México que después de una guerra de diez años consiguió independizarse de España en 1821 sufriendo la primera intervención francesa poco más de una década después. Un país que perdió la mitad de su territorio al vecino del norte en 1848. Un estado nación que intentaba configurarse bajo las disputas de los señoros que se dividían entre liberales y conservadores. Fueron los segundos los que tuvieron la genial idea de irse a Europa a conseguir un par de reyes para forjar un país al otro lado del Atlántico. ¿Qué podía salir mal?
Una de las tantas cosas que los señoros conservadores no vislumbraron fue que tanto Carlota como Maximiliano se inclinaban hacia las ideas liberales. Esto no les ayudó a mantener su frágil reinado en México porque su apoyo eran las tropas francesas de Napoleón III y los conservadores que quedaron desencantados. Carlota tuvo un rol activo en la política y eso tampoco le gustó a los señoros machirulos.
Vázquez Lozano cita a Carlota quien se dirigía al gabinete de forma “firme” y comenzaba con lo siguiente:
“Caballeros, he llegado a una decisión. ¿Cuál es su opinión? Digan sí o no”. En una ocasión alguien sugirió esperar al emperador para que se tomase una decisión a lo que ella de forma directa hizo saber que no era buena idea y añadió “todo este asunto se demoraría hasta el día del juicio final”.
Cuando los republicanos encabezados por Benito Juárez iban tomando fuerza, Carlota decidió ir a Europa para reunirse con Napoleón III y el papa y asegurar el reinado en México con más tropas de Francia, la bendición papal y recursos. También fue a reclamar su herencia que Leopoldo I de Bélgica, su padre, le había dejado. El viaje no logró lo esperado. Las tropas francesas se retirarían de México entre otros motivos por presión de Estados Unidos quien ya entonces metía su cuchara en la política de la región. Carlota sabía lo que esto significaba. El reino en tierras ajenas y Maximiliano llegaban a su fin. Ella jamás volvería a México.
Es en este momento que se habla de la emperatriz que pierde la razón “se vuelve loca”. Pero me pregunto yo cómo se supone que alguien que se ve traicionada por quienes le apoyaban (Napoleón III, los aliados conservadores…), alguien que entiende las implicaciones de los acontecimientos mientras los va viviendo, la caída de su corto reino, la imposibilidad de Maximiliano de abdicar y retirarse de México por lo que eso significaría socialmente… ¿Cómo alguien debe reaccionar ante tal situación? Entrar en crisis y/o colapsar emocional-mentalmente parecen un lógico y quizás inevitable desenlace.
En Europa las noticias sobre Carlota y el deterioro de su salud mental durante la visita al papa en Roma se esparcieron a través de los diarios del continente. El medio donde algo se hacía “viral” en aquella época. De ahí la anécdota sobre Carlota metiendo los dedos a la taza de chocolate del papa. En este punto ella creía que la querían envenenar y llevaba días casi sin probar bocado. La taza de chocolate del papa no estaría envenenada y como ella dijo al papa en ese momento “me estoy muriendo de hambre”. Ahí en Roma sufrió ataques de pánico y ansiedad. El papa no la podía apoyar ni ir en contra de Napoleón III quien también le protegía.
La historia siempre es más compleja de lo que parece a simple vista. Carlota fue pieza clave en los planes de su hermano el rey Leopoldo II. En ella se juntaban las fortunas de su herencia con las de su esposo quien provenía de la familia de los Habsburgo de Austria. Su hermano la mantuvo cerca, resguardada y bajo el cuidado de especialistas. Ella estaba encerrada en su propio palacio cargando el estigma que implica ser etiquetada como “loca”.
Leopoldo II es conocido por lo brutal e inhumano que fue con la población del Congo, territorio que se adjudicó Bélgica como colonia en aquellos tiempos. El libro de Vázquez Lozano permite ver las conexiones entre el fallido imperio Mexicano de los Habsburgo y el dinero de Carlota que fue utilizado para financiar los negocios de su hermano quien fue responsable de la masacre de millones de personas en el Congo. Las riquezas de los países europeos van siempre ligadas al despojo y exterminio de otrxs pueblos.
Lo que casi no se cuenta es que fue Carlota quien tuvo que convencer a Maximiliano para ir a México y reinar en aquel país que ni conocían. Era ella la apasionada de la política, era ella quien sintió un “deber” ante la posibilidad de reinar tierras ajenas con el apoyo de Napoleón III quien quería beneficiarse económicamente de aquella empresa. Carlota era joven, inteligente, idealista e intentó mejorar las condiciones sociales que aquejaban a la gente menos privilegiada creando hospitales, orfanatos, hospicios, comedores y escuelas públicas en México.
El libro de Vázquez Lozano retrata la vida de Carlota después de México. Esto es algo a lo que no se le ha dedicado mucho espacio porque la historia dominante es la de los hombres y sus imperios. Ellas quedan reducidas a unas cuantas líneas, al estigma de “la locura”. Quizás el reinado en México haya marcado por siempre el rumbo de su vida, pero esta no se puede reducir a los dos años que duró. Carlota vivió seis décadas más. Sobre su salud mental se habla de una posible esquizofrenia. Ella escribe sobre uno de los tratamientos con morfina que en algún momento se le administró para mantenerla apaciguada:
“Sé por qué me la dan, es lo que me enoja. No produce dolor sino que adormece la fuerza de voluntad; es eso lo que me ofende”.
Esa claridad plasmada en varias de las cartas y textos que escribe a lo largo de su vida me hace preguntar si quizás también haya habido algo de culpa como detonante de síntomas que irrumpen una realidad dolorosa. Pienso en su insistencia a Maximiliano de no abdicar por “honor” y las consecuencias de tal recomendación. También en el peso que puede significar cargar con las expectativas sociales, con la derrota y con la vida de un ser amadx que se esfuma. Cabe reflexionar ¿en qué contextos pesa más “el honor” que la vida?
La perspectiva requiere tiempo y distancia. Implica voltear pa’ atrás y repensar las decisiones tomadas y sus motivos. A veces lo que surge al mirar al pasado son los fantasmas de la memoria y las grietas donde se cuelan destellos de claridad. En una conversación de 1926 durante el día de su aniversario de bodas dijo:
“Señor, ¿ya se le dijo que tuvimos un esposo, un esposo Señor, Emperador y Rey. Un gran matrimonio, señor, y después… la locura. La locura está hecha de acontecimientos [históricos]”.
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Referencias:
Vázquez Lozano, G., 2019. 60 años de soledad. La vida de Carlota después del Imperio Mexicano, 1867-1927. Ciudad de Mexico: Grijalbo.
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