Si de mujeres y de humor se trata tenemos que rendirle homenaje a Tita Merello. La morocha argentina que supo reinventar los estereotipos sociales a través del humor.
Docilidad, belleza, instinto maternal, delicadeza, sobriedad, sensualidad, erotismo, ternura, sumisión. Todos estos términos han sido históricamente, en menor o mayor medida, propiedades impuestas a la mujer. Pocas veces escuchamos hablar del humor como una característica femenina, elemento que sí abunda «naturalmente» entre los hombres. Pero las mujeres tenemos un sentido especial para el humor y hoy queremos dedicarle este artículo a una de las mujeres que con más humor e ingenio se ha tomado su vida y su historia: Tita Merello. ¿Escuchaste hablar de ella?
Tita Merello fue una gran mujer argentina nacida en los albores del siglo XX, precisamente en 1904. Su primer inspiración de audacia fue la de nacer en una casa simple, casi desamparada, en un barrio popular, histórico y lleno de cultura de Buenos Aires: San Telmo. Ubicado al sur de la ciudad, este barrio junto a otros fue en aquella época cuna de los conventillos más humildes donde llegaban a escribir su destino los inmigrantes europeos y sus hijos, quienes eran necesarios para el crecimiento del país, pero a quienes muchas veces se olvidaba en la pobreza y la miseria. Allí empieza su historia nuestra protagonista: Laura Ana Merello, la morocha argentina.
La historia de su vida empezaría, con tan sólo cuatro meses de edad, cercada por el dolor ante la pérdida temprana de su padre debido a una fuerte tuberculosis. A él nunca lo llegaría a conocer, y su madre al tiempo la abandonaría en un orfanato al no poder hacerse cargo de su porvenir. Los años de su infancia y juventud transcurrirían alrededor de la permanente búsqueda de algo que le permitiera salir de la miseria y la soledad. Así, llevó a cabo diferentes oficios que le aseguraban la subsistencia pero que claramente no la satisfacían. Tita (como la conocería luego el público que la amaba) era una mujer ruda, fuerte, decidida y determinada, solidaria y talentosa.
No eran pocos los caminos que se le abrirían a medida que los años de su juventud avanzaban. Su carácter, su humor y su genio se iban desarrollando a la par. Así es como lentamente de sirvienta y trabajadora rural se convirtió en corista, lo que le permitió entrar en contacto con el mundo de los espectáculos, la canción y el tango. Pero Tita no era una cantante sofisticada; poseía una voz particular, casi desafinada, desfachatada y dura, odiada por muchos y admirada por tantos otros. Su permanencia en los teatros dependió principalmente de su fortaleza para enfrentar las críticas y los golpes a través del humor. Tita se reconocía diferente a las mujeres elegantes y delicadas del mundo artístico y a su vez se reía de lo que algunos entendían como defectos. Usaba esos elementos distintivos para destacar y hacerse ver. Se burlaba de quienes deseaban imponerle formas y conductas, pero también de sí misma. Una de las canciones que la hicieron más famosas, la pegadiza milonga «Se Dice de Mí«, la pintaba de cuerpo y alma. Así comienza:
«Se dice de mí…
Se dice que soy fiera
Que camino a lo malevo,
Que soy chueca y que me muevo
Con un aire compadrón,
Que parezco Leguisamo,
Mi nariz es puntiaguda,
La figura no me ayuda
Y mi boca es un buzón.»
Plagada de términos típicos del lunfardo tanguero rioplatense, esta canción definió a Tita como una gran artista pero además como una mujer inteligente, capaz de reírse de las críticas y de las voces que desde pequeña le marcaban obligaciones o fórmulas ideales a cumplir. Tita Merello supo destacar también en cine, donde realizó numerosas obras en las que podía ocupar el protagónico femenino o personajes secundarios, plenos de humor y viveza como también de drama y emoción. Tita no tenía problemas en encarnar personajes de mujeres fuertes y sufridas, que enfrentaban duros dilemas familiares y de identidad, papeles que muchas veces los guionistas y directores armaban pensando en su carácter y su fuerza personal. Su vida amorosa equiparó sus tragedias personales y el gran romance que mantuvo por años con Luis Sandrini, actor de la época, terminó tal como comenzó, con mucha pasión. Muchas veces eligió su carrera por sobre los hombres que la rodeaban porque era, en definitiva, un alma libre y llena de decisión.
En sus últimos años, ya adulta y limitada físicamente por la vejez, Tita siguió riéndose de sí misma y fue común verla aparecer en programas, dar entrevistas, reportajes y asistir a homenajes siempre rodeada de aquella chispa que la hizo sobresalir sobre muchas otras mujeres. Nunca renegó de sus años ni de sus arrugas aunque eso no le impedía ser coqueta y sensual, tal vez porque el humor y la risa le habían dado a lo largo de toda su vida la paz y la confianza que su historia le intentó arrancar tantas veces.
1 Comentario
quisiera que hablaran sobre la maternidad subrogada, sus pro y contras