Sabemos qué es el patriarcado y todos los males que acarrea en nuestras vidas cotidianas. Este mes, Cecilia nos propone hablar del patriarcado en términos históricos. ¿Es el patriarcado algo eterno?
El último noviembre tuve una experiencia particular en mi espacio laboral. La época de fin de año siempre es algo revuelta en cualquier trabajo, pero en las escuelas todo siempre se ve multiplicado. Ya el período anterior cerré el año lectivo con una situación muy conmovedora que relaté en este artículo: Sobrevivir en la escuela. Trabajar rodeada de adolescentes es siempre movilizador en todo sentido.
Una situación particular frente a una actividad pedagógica me llevó a preguntarme por qué nunca hablamos del «patriarcado» en términos históricos. En dicha actividad se me planteó un reclamo: que el patriarcado no es una categoría cuestionable históricamente, argumento que se sostuvo a partir de la fundamentación de que el mismo existe hace siglos, milenios. Nada más cierto que eso pero, ¿es realmente eterno, infinito el patriarcado? ¿No podemos pensarlo como un fenómeno social y cultural pasible de ser transformado en algo diferente?
Quienes nos sentimos interpelades por la lucha feminista nos encontramos gran parte del día pensando en esa especie de Leviatán que nos enfrenta, nos impide avanzar y que aún hoy cuesta muchísimo terminar de derribar. Una de las frases más características de nuestra unión es aquella que dice «Se va a caer«, un canto de esperanza que nos da fuerzas para sentirnos hermanadas y abrazadas, codo a codo. ¿Qué significa que el patriarcado se va a caer? ¿Es esa frase sólo una utopía que nunca llegaremos a ver o estamos hablando de algo concreto que es orientar nuestra lucha hacia lo realmente factible? ¿Debemos dejarnos llevar por la enorme cantidad de noticias y eventos que nos golpean día a día y que cuando creímos avanzar uno o dos casilleros nos llevan diez para atrás? Como verán, en pocos minutos puedo pensar muchas preguntas pero pocas son las respuestas definidas.
Para empezar a ordenar un poco los pensamientos y el huracán de sentimientos que venimos experimentando en los últimos tiempos es importantísimo detenernos a reconocer que el patriarcado es un sistema de valores éticos, morales, culturales, estéticos, económicos y políticos que ha atravesado a la mayor parte de las sociedades humanas y que ha existido por mucho, muchísimo tiempo. Esto, que no es nada nuevo ni ninguna verdad revelada, debe tirar luz sobre el hecho de que como tal, por lo tanto, el patriarcado no es ni será eterno. Claro, podemos ver su derrumbe final o tal vez no. Tal vez nuestra generación ni muchas más por venir lleguen a vivir ese glorioso momento, pero el mismo puede ocurrir perfectamente.
La historia no es simplemente un cuentito que puede ser contado mil veces sino que es básicamente el modo en el que les seres humanes vamos viviendo y conformando sistemas de orden (o desorden) que sostienen diferentes modos de opresión y sojuzgamiento. En la Antigüedad, por ejemplo
tiene un contexto de surgimiento, consolidación y naturalización que puede observarse hasta nuestra actualidad.
La necesidad de establecer roles diferenciados de acuerdo al sexo, y la predominancia que los masculinos tuvieron históricamente sobre los femeninos a la hora de generar y decidir cómo se redistribuía la riqueza fueron la base para el establecimiento – ya en sociedades muy tempranas – de lo que hoy conocemos como patriarcado y qué ha comenzado a ser duramente cuestionado hace no más de cien años.
Las mujeres no nacimos históricamente predispuestas a cuidar a les niñes ni tampoco han sido el hogar o los ámbitos privados nuestra elección conciente para existir. Eso fue desde los inicios una construcción cultural, que caló fuerte y mucho más profundamente que cualquier sistema económico conocido en las mentes no sólo de quienes ejercieron poder sobre nosotras sino también en las nuestras propias.
Si habláramos en términos históricos, deberíamos recordar que aquellos elementos que más rápido e intensamente muestran cambios son los eventos concretos y particulares, aquellos que podemos fechar y datar. En segunda instancia siguen los fenómenos políticos, económicos y sociales, que pueden durar siglos sin ser cuestionados. Por último, la base de la historia son las mentalidades y las construcciones culturales que se impregnan en nuestras vidas y que son muy difíciles de ser observadas de manera conciente en el mismo momento en el que se viven. Es por eso que el patriarcado se ha consolidado tan rotundamente en las sociedades humanas, porque además no fue un fenómeno cultural exclusivo de una región del planeta o una época.
Si nos quedamos con esta idea, rápidamente podríamos sentirnos tristes o perder las fuerzas. Pero debemos saber que toda esta enorme lucha que estamos llevando a cabo no es ni será en vano. Lo que estamos haciendo es lentamente dejar plantadas las raíces de algo nuevo, de algo poderoso y absolutamente único.
Es muy difícil poder ver en una misma vida transformaciones reales, absolutas y determinantes en el sistema cultural y de mentalidades porque esos cambios pueden llevar varias generaciones. Sin embargo, la actualidad nos demuestra que cambios que en otro momento de la historia podrían haber llevado siglos hoy llevan sólo un par de años. Las redes sociales y las nuevas tecnologías promueven mucho la rapidez de estas alteraciones, pero no necesariamente aseguran profundidad.
Es por eso que debemos aceptar ciertas cosas y tenerlas bien en claro: 1. El patriarcado no es infinito, no durará por siempre ni es algo atemporal. 2. Las sociedades y las culturas cambian y se transforman pero no lo hacen solas sino por el mismo movimiento de sus integrantes. Cuando esas sociedades dejan de moverse, se aquietan y dejan de luchar los cambios se hacen más espaciados. 3. Siempre aparecen voces en contra de cualquier cambio que pueden activarse tanto por miedo como por ignorancia. A veces incluso la incertidumbre puede hacernos retroceder o temer a nosotras mismas. Pero en casos como la lucha feminista, las transformaciones serán siempre positivas y hacia adelante. Confiemos en nuestra capacidad de cambio y fuerza.
Si deseamos que la marea feminista, aquella que está resignificando cada espacio y momento de nuestras vidas, sea contundente, fuerte y efectiva, debemos entender que esto puede llevar tiempo, mucho tiempo. Que deberemos enfrentar cada vez más reticencia y violencia, pero que el miedo ahora está también del otro lado porque, por primera vez en la historia, el tiempo del patriarcado está empezando a descontarse minuto a minuto. La historia sigue siempre avanzando, y nosotras lo haremos con ella.
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