Cecilia escribe sobre Ramona Medina, la lideresa que denunció desde el barrio popular Villa 31 en Buenos Aires, Argentina, el abandono del Estado porteño. La falta de agua y las condiciones indignas de vida en el contexto de la pandemia la terminó exponiendo a la enfermedad y a la muerte. Nos falta ella, para siempre.
En una realidad dura como la que nos toca vivir, rodeades de miedos e incertidumbres es cuando también podemos darnos cuenta de los privilegios que muches tenemos y que a tantes otres les faltan.
El marco de la pandemia ha servido nuevamente como una excusa para reflexionar sobre muchos fenómenos que aparecen tapados u olvidados por gran parte de la sociedad. A veces por desidia, a veces por esa sensación de que algunes seres humanes son más importantes o valioses que otres. Esa sensación que no es más que una injusticia, claramente.
Aquí aparece la historia de Ramona Medina, vecina de un barrio de emergencia de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. La villa 31, así se lo conoce a ese espacio informalmente construido y habitado en su mayor parte por inmigrantes de países limítrofes o del interior del país, es un barrio de emergencia. Ubicado en el límite de la ciudad y lindero con uno de los barrios más elitistas de la ciudad, el barrio 31 tiene su historia de abandono y desidia. Surgido como necesidad de viviendas de sectores olvidados por el poder, la abundante y creciente construcción de habitaciones se remonta a la década de 1930 y aún hoy, casi cien años de es después, permanece bajo el más cruel de los silencios y dolores.
Ramona fue una lideresa popular, luchadora por los derechos de les habitantes de la villa. Además de ocuparse de su familia, como hace la mayoría de las mujeres humildes, Ramona encontró en el periodismo y la crónica un espacio adecuado para hacer oír los gritos de justicia que el barrio aúlla pero que nadie quiere escuchar. En los últimos tiempos, Ramona participaba como periodista de la ONG ‘Garganta Poderosa’. Esta organización se encuentra en el espacio político argentino hace ya varios años con el objetivo de visibilizar las inequidades que viven los sectores más humildes de la sociedad.
Cuando el brote de coronavirus llegó al país, las respuestas de las autoridades nacionales fueron inmediatas. En la ciudad de Buenos Aires, capital del país, el gobierno porteño se encargó rápidamente de contener la posible difusión del virus llevando a viajantes repatriados del exterior a cumplir sus 15 días de cuarentena obligatoria en lujosos hoteles de la ciudad especialmente preparados para ello. Sin embargo, cuando la enfermedad alcanzó a los barrios populares, la respuesta no fue igual de rápida: el primer caso de coronavirus en la villa 31 pasó como una más entre muchas noticias aún sabiéndose del riesgo que ello implicaba debido a las condiciones de hacinamiento en las que viven muchas familias.
Pero una nueva forma de silencio y abandono no fue lo único a lo que se vieron sometides les habitantes de la villa 31: por alrededor de 15 días, el barrio se encontró con severos cortes de suministro de luz y de agua, siendo esta última esencial para el mantenimiento de la higiene y la salubridad en épocas de pandemia. Las denuncias empezaron a hacerse visibles gracias a las voces de muches que, como Ramona, gritaban desde adentro lo que nadie desde afuera quería escuchar.
Ocurrió entonces lo que era lógico que pasara: la explosión del virus empezó a tomar diferentes zonas del barrio y entre las víctimas encontramos a Ramona, quien enfermó y debió ser internada en grave estado debido a sus condiciones de salud preexistentes (algo que también deberíamos recordar cuando hablamos de acceso a la salud). A los pocos días, su salud se complicó y finalmente, el 17 de mayo, falleció. Su familia perdió a una parte importante del grupo y todes quienes queremos ver un mundo más justo a una luchadora y lideresa llena de fuerza y valor.
Podemos lamentar su muerte y entristecernos, pero de nada servirá si luego volvemos a nuestras vidas dónde el acceso al agua, a la salud, a un techo, a los derechos básicos son una realidad y no un sueño imposible.
Mientras sigan faltando derechos para todes, Ramona seguirá guiando nuestra lucha. Porque no podemos hacer otra cosa que tomar su fuego y pasarlo de mano en mano para que nunca se apague.
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