Mi lucha

La lucha feminista puede adoptar diversas formas y Juliana nos cuenta la suya en esta maravillosa historia. Prepárate una bebida, acicala tus bigotes y disfruta.

mi lucha, un relato
Ilustración de Laura Farlete

Hace un par de días mientras desayunaba frente al espejo noté algo extraño. De la noche a la mañana me salieron bigotes.

Ya me había pasado una vez antes. Tenía 12 años; me había ido de vacaciones a la playa con la familia de mi mejor amiga. Fue un viaje especial, pasaron muchas cosas importantes. Lo primero que ocurrió fue que Elsi, la tía de mi amiga, me preparó mi carta astral, era la primera vez que alguien me leía los astros. Elsi era alta y delgada, tenia la piel fina y un poco arrugada; el pelo negro grueso y la nariz flaca y larga. Me dijo muchas cosas que identifiqué como mías, también me dijo cosas sobre mi futuro y me dijo, además, que el tema más importante en el que centraría casi toda mi curiosidad y conversaciones a lo largo de mi vida sería el sexo.

Ese día me vino la regla por primera vez, fue el segundo gran evento de ese viaje. Estábamos en la playa y fue la tía Elsi quien se metió conmigo al baño para enseñarme a usar un tampón.

La mañana siguiente amanecí con bigotes.

Muchas veces me pregunté de qué manera el sexo podía ser un tema central en mi vida. Al principio, cuando era virgen, era evidente, el sexo era un enigma, un tema moral, una cuestión entre tabú y vergüenza, curiosidad y amor, y lo que me llevó a romper muchas normas patriarcales. Recuerdo que le conté a mi mamá de mi primera vez y ella me llevó al ginecólogo a que me recetaran pastillas anticonceptivas. Ella estaba aterrada y yo tenía 15 años. La ginecóloga y mi madre me intentaron convencer de que no tuviera mas sexo hasta que al menos terminara el bachillerato. Pero no fue así y cuando decidí acostarme con mi novio todas las veces después de esa consulta sabía que era un desafío a mi madre, a mi doctora y al pacto que hicimos como ‘mujeres’ en la consulta. Desafié también la autoridad de mi padre y la de la iglesia, que a pesar de no haber participado en la conversación conocía sus posturas. Y en ese momento, el sexo se convirtió en una lucha, en una conquista, en un aprendizaje y en mi poder, mi feminismo.

24 años después y frente al espejo me encuentro con sendos bigotes, son los mismos, los reconozco. Elsi me vino a la mente y recordé su cara cuando me leyó mi carta astral. Me miré al espejo detenidamente y noté cómo mis arrugas y mis manchas ya me hacen ver grande, quizás tan grande como lo estaba Elsi. La sentí cerca, y mientras me pasaba la mano por la cara recordé la comisura de sus labios y la manera profunda como leía sobre mí, como las estrellas hablaban de mí.

Al terminar de desayunar me fui a casa de mi hermana y su familia. Tiene 2 hijas y un hijo. La mayor tiene 12 años, los menores tienen 3. Pasamos el día preparando comida, ocupadas alrededor de la cocina y con niñes corriendo alrededor, entre música y regaños, llantos y brindis. Mi sobrina mayor pasó todo el día encerrada en su cuarto como buena pre-adolescente, decíamos las mujeres en la cocina. Cocinamos recetas antiguas, que han estado en mi familia por cientos de generaciones y que aún se cocinan siguiendo técnicas ancestrales. Esa noche mi sobrina me cedió su cuarto y su cama y fue ahí cuando me di cuenta.

Las manchitas que vi en la cama las reconocí enseguida con un nudo en la garganta. A mi sobrina le había llegado la regla por primera vez. Quise salir corriendo a abrazarla y decirle que estaba entrando en una etapa de poder inimaginable, pensé en hablarle de su cuerpo, de la lucha, de sus noches y de cómo sentir poder desde el vientre. Pero no pude, me quedé paralizada y en vez de salir a hacer lo que me había estado preparando mi vida entera para hacer, llamé a mi hermana, su mamá, y le avisé. Llegó corriendo con los ojos brillantes de lágrimas y de emoción, me agarró de las manos y me agradeció por dejarle esas primeras palabras a ella.

Hoy ya en casa veo que los bigotes siguen ahí. Falta algo por resolver entonces. El portal que abrimos ayer fue la unión de poderes, fue Elsi, fueron las estrellas, y fue la fuerza vital de mi sobrina. Cierro los ojos y pienso que si los bigotes no vinieron para acompañar a mi sobrina, vinieron a acompañarme a mí. Abro los ojos por el sonido repentino de la campanita del calendario, un recordatorio: cita con el especialista en infertilidad el próximo lunes.

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