Irene nos comparte sus palabras, una despedida que nos ayuda a crecer, a aprender de nuestro camino recorrido.
Irene nos invita a reflexionar sobre sentirnos parte de un todo, de lo colectivo para poder repensar la realidad.
Si cierro los ojos e imagino cómo funciona mi cerebro por dentro o cómo se vería mi mente por fuera, visualizo un trastero. Un cuarto aparentemente en desuso con una enorme buhardilla en forma de tejado, con una hermosa ventana que ayuda a ventilar, iluminar y a poder ver a través de ella, desde lo más alto, lo que es incapaz de verse desde otro lugar.
Una de mis muchas peculiaridades es la de amar las despedidas. Podría considerarme adicta a ellas. Siento que me ayudan a crecer de manera insoslayable.
Irene nos comparte una historia que podría ser la de muchas mujeres en todas partes del mundo. Negar lo que vemos o lo que sabemos que otras sufren es también perpetuar la violencia.
Nunca había creído llegar a los 28. Los veía lejos e inalcanzables. No logro saber por qué desde pequeña me mentalicé de que iba a morir joven como aquella generación de estrellas de rock que tanto me ha gustado desde siempre.
Irene hace una reflexión muy interesante sobre la herencia emocional que recibimos de nuestras ancestras
Irene S. nos convoca a través de sus palabras a redefinir qué entendemos por cuerpo. ¿Hay una sola forma? ¿Hay un solo tipo? El cuerpo no lo es todo, pero…